BRASILIA.- Los dos políticos más populares de Brasil no estuvieron en las urnas. Ni Lula da Silva ni Jair Bolsonaro fueron determinantes hoy. Aunque los protagonistas de las elecciones presidenciales de 2022 intentaron nacionalizar los comicios en San Pablo y Río de Janeiro, las elecciones municipales quedaron lejos de convertirse en una “tercera vuelta” entre ambos.
Dominados por asuntos locales, los comicios municipales no suelen ser automáticamente trasladables al plano nacional. Sin embargo, dan pistas sobre el peso de cada fuerza y las tendencias en las discusiones de la política brasileña.
El presidente de Brasil y su antecesor se mostraron frágiles para cambiar sustantivamente la suerte de los resultados en aquellos distritos donde más intervinieron.
En el caso de Lula, no pudo evitar que el diputado izquierdista Guilherme Boulos tuviera que esperar hasta el último suspiro en el conteo de votos para garantizarse un lugar en el balotaje.
En la ciudad donde Lula obtuvo el 47,5% de los votos en la primera vuelta de 2022, el líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo no pudo perforar el 30% de los votos.
La definición será el 27 de octubre, entre el candidato del gobierno federal y una opción de derecha, representada por el alcalde Ricardo Nunes, que busca su reelección.
Bolsonaro, por su parte, fue impotente para torcer la suerte de su candidato predilecto en Río de Janeiro, el diputado y exjefe de inteligencia Alexandre Ramagem, quien quedó lejos de forzar una segunda vuelta con el popular alcalde Eduardo Paes, reelegido.
Bolsonaro podrá argumentar que inventó a un candidato que obtuvo cerca del 30% de los votos, pero es un guarismo bajo si se lo compara con el 47% que el excapitán del Ejército obtuvo para presidente en la misma ciudad en la primera vuelta de 2022.
Apenas Fortaleza, capital de Ceará, en el nordeste de Brasil, y Cuiabá, en Mato Grosso, serán las únicas dos capitales que tendrán segunda vuelta, protagonizada por el Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, y el Partido Liberal (PL), de Bolsonaro, el 27 de este mes.
Partidos como Unión Brasil, el MDB y el PSD lideran ranking de cantidad de alcaldes. Un grupo de partidos “del poder”, generalmente poco eficaces para presentar candidatos competitivos para la presidencia, pero con la capacidad de adaptarse para integrar la base de gobiernos elegidos, con poco compromiso ideológico más que seguir al vencedor.
San Pablo, cuna de los dos mayores partidos surgidos de la redemocratización brasileña, en 1985, el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), expuso en escala regional la crisis de las dos mayores organizaciones tradicionales tras la operación anticorrupción Lava Jato.
Mientras el PT ni siquiera pudo presentar candidato y se inclinó por Boulos, el PSDB terminó quinto, con menos del 2% de los votos, representado por el periodista y conductor televisivo José Luiz Datena, autor del sillazo intempestivo contra el outsider Pablo Marçal.
Este escenario de reflujo del PT y el PSDB viene siendo aprovechado tanto por los partidos del denominado centrão –de ideología volátil– como por outsiders, como el propio Marçal.
Retroceso del PT
El resultado es magro para la izquierda y esencialmente para el PT, que podría no conducir ninguna capital de Brasil por los próximos cuatro años.
Al mismo tiempo, las elecciones paulistas supusieron un resquebrajamiento del bolsonarismo, que ahora deberá contener daños. Mientras las iglesias evangélicas y los políticos más “tradicionales” se inclinaron por el alcalde Nunes, parte de la base en el Congreso, con el diputado influencer Nikolas Ferreira como mayor exponente, se acercaron a Marçal.
Bolsonaro recorrió el país y apoyó candidatos, necesitado de victorias para mantenerse relevante en la interna de la derecha y con fuerza política para sus mayores luchas: conseguir una amnistía general para los salpicados por las investigaciones por el intento de golpe del 8 de enero de 2023 e intentar revertir su inhabilitación política.
El resultado de San Pablo, con Nunes dentro del balotaje y Marçal afuera, aparece como un alivio para un expresidente que necesita mostrar que es relevante dentro de la interna de la derecha, con un liderazgo fuerte pero vulnerable debido a su inhabilitación política.
Marçal, hijo de las redes sociales, asimiló los valores bolsonaristas, pero no se mostró dispuesto a subordinarse. La amplia coalición que llevó a Bolsonaro a la presidencia en 2018, formada por evangélicos, elementos de la derecha dispersos en las redes sociales y empresarios, exhibió que puede migrar rápidamente hacia alguna alternativa nueva.
Lula y Bolsonaro tenían en la primera vuelta de las elecciones municipales más para perder que para ganar. Si arriesgaron poco para el 6 de octubre, puede que en la segunda vuelta sus intervenciones sean más enfáticas, y sus papeles, más determinantes.
Partidos de centro, centroderecha y derecha dominaron los comicios. Con alcaldes en los mayores distritos de Brasil, pueden tener un papel vital para traccionar votos para gobernador, diputados, senadores y presidente en dos años.
Un error de cálculo que el gobierno de Lula y el expresidente Bolsonaro, con la aparición de díscolos como Marçal, pueden pagar caro en 2026.
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