Israel lanzó esta semana incursiones militares limitadas para atacar objetivos específicos de Hezbollah en el sur de Líbano, donde opera el grupo armado chiita. Pero el ejército israelí ha movilizado más tropas y advirtió a cientos de miles de libaneses que evacuen sus hogares y se muden al norte del país.
Mientras, los bombardeos israelíes en Beirut, la capital de Líbano, continúan y se intensifican. Todo esto sugiere que la escalada de la esta nueva operación israelí en Líbano será mayor a lo anunciado inicialmente.
Aunque se trata de la primera invasión israelí en Líbano desde 2006, las generaciones pasadas recuerdan en ese país un historial de invasiones previas. Desde la independencia en 1943, Israel ha realizado operaciones en territorio libanés en seis ocasiones. La primera invasión tuvo lugar en 1978 y su objetivo era expulsar a los militantes palestinos de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) del sur de Líbano.
“Fue corta, duró menos de una semana, no consiguió todos los objetivos israelíes y las Naciones Unidas les exigieron a las fuerzas israelíes que se retiraran”, explica Mayssoun Sukarieh, profesora de estudios de Medio Oriente del King’s College de Londres y especialista en la historia moderna de Líbano.
Se puede decir que el conflicto actual en el sur de Líbano entre Hezbollah e Israel, como muchos otros en la región, tiene sus orígenes en la “nakba” o la catástrofe palestina.
Así se le conoce a un periodo histórico en el que más de 750.000 palestinos se vieron obligados a huir o fueron expulsados de sus hogares después de que Israel proclamara su independencia del Mandato Británico de Palestina el 14 de mayo de 1948 y durante la guerra árabe-israelí que se inició al día siguiente y se extendió durante 15 meses.
A consecuencia de la “nakba”, más de 100.000 palestinos, en su mayoría de las zonas del norte de lo que entonces se conocía como Palestina y la región de Galilea, acabaron en Líbano. A ellos se les sumaron otras oleadas de refugiados que huyeron de Jerusalén Oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza durante guerras árabe-israelíes posteriores, en 1956 y en 1967.
Con el Acuerdo de El Cairo en 1969, firmado por el presidente de la OLP, Yasser Arafat, y el jefe del ejército libanés, los campamentos de refugiados quedaron bajo el control de un cuerpo policial-militar palestino.
Así la OLP. que se había creado en 1964 con el objetivo de liberar a los palestinos de Israel a través de la lucha armada, estableció una especie de Estado dentro de un Estado en Líbano.
En ese contexto, miles de combatientes palestinos se refugiaron y fueron entrenados en esos campos que quedaron fuera de la jurisdicción del ejército libanés. El gobierno del entonces primer ministro de Israel, Menachem Begin, consideraba que la presencia de militantes de la OLP representaba un problema de seguridad para su país y decidió actuar en 1978 y luego nuevamente en 1982.
La invasión israelí de 1982 a Líbano ocurrió en medio de una sangrienta guerra civil desatada tras un ataque de las falanges libanesas, una milicia cristiana de derecha y aliada de Israel, contra un micro lleno de refugiados palestinos.
La guerra civil libanesa, que se extendió desde 1975 hasta 1990, fue una época en la que se incrementaron los ataques palestinos contra objetivos israelíes en todo el mundo. Uno de estos ataques, producido en la capital británica, desataría la ira de Israel.
1982 – la invasión más sangrienta hasta la fecha
Tras un intento de asesinato al embajador israelí en Londres, el mandatario israelí Menachem Begin comenzó el 6 de junio una invasión que llevó al ejército de su país a las calles de Beirut. Con su operación terrestre, Israel planeaba debilitar o incluso expulsar a la OLP de Líbano.
Expertos aseguran que los líderes israelíes también buscaban imponer a su aliado Bachir Gemayel, jefe de las falanges libanesas, como presidente de Líbano y así arrastrar a la nación árabe bajo la esfera de influencia de Israel.
Siguieron dos meses de batallas y destrucción hasta que en agosto se llegó a un acuerdo en el que miles de combatientes de la OLP se comprometieron a abandonar el país. Al mismo tiempo, Estados Unidos aseguró que garantizaría la protección de la población civil tras la evacuación de las fuerzas de la OLP.
Hasta ese momento, el plan israelí parecía tener éxito. El 23 de agosto, Gemayel fue elegido presidente por el Parlamento para un mandato de seis años. Pero Bachir Gemayel nunca llegaría a asumir la presidencia. Fue asesinado en un ataque el 14 de septiembre, durante una reunión de su partido en el barrio de Achrafieh, en Beirut.
Dos días después del asesinato de Gemayel, las milicias cristianas apoyadas por Israel entraron en dos campos de refugiados en Beirut y masacraron a un gran número de palestinos.
“La muerte de Gemayel desató la ira de los falangistas. Los israelíes rodearon Sabra y Chatila y dejaron que las milicias falangistas entraran y masacraran a todas las personas que encontraron”, afirma la profesora Mayssoun Sukarieh.
Los falangistas ingresaron a los campos en la noche mientras muchos de los refugiados dormían, después de lanzar bengalas para iluminar el refugio que estaba a oscuras. “Mataron a familias enteras que dormían. Algunos se despertaron a tiempo y empezaron a despertar a otros y a gritar que los israelíes habían llegado y estaban matando a la gente”, relata Sukarieh.
Muchos se refugiaron en la mezquita local, pero los falangistas también la tomaron y asesinaron a los que encontraron allí. También se reportaron casos de violencia sexual contra mujeres palestinas.
Los relatos de las personas que lograron escapar son estremecedores. Una enfermera que trabaja en el hospital Akka, cerca de Chatila, le contó a la BBC que los falangistas dispararon indiscriminadamente.
“Un niño me dijo que los falangistas abrieron la puerta con una patada y le dispararon a toda su familia frente a él; él fue el único superviviente”, señaló.
Los militantes también secuestraron a dos enfermeras de ese mismo hospital. Una logró que escapar le contó a la prensa que a su colega la violaron antes de matarla. Se estima que entre 2.000 y 3.500 personas murieron solamente en esta masacre.
“Lo que pasó fue horrible. Algunos la llaman masacre, otros argumentan que fue un genocidio”, señala Sukarieh.
Los israelíes se retiraron tres meses después del inicio de la invasión, pero crearon una zona de contención dentro de Líbano. Del lado libanés, se estima que murieron unas 20.000 personas, en su mayoría civiles. Del lado israelí, murieron 654 soldados.
Israel siguió ocupando la mayor parte del sur de Líbano hasta el 3 de septiembre de 1983, cuando se retiró al sur del río Awali, en el sur de Líbano, debido al aumento de las bajas israelíes a causa de los ataques de guerrilleros chiitas.
También en 1983, el ministro de Defensa de Israel durante la masacre, Ariel Sharon, tuvo que renunciar a su puesto tras una investigación israelí de lo ocurrido en Líbano. En 2001, Sharon sería elegido jefe de gobierno de Israel.
Un nuevo enemigo
Una de las consecuencias de esta gran invasión israelí en Líbano fue que impulsó la creación de Hezbollah. Algunos líderes chiitas en Líbano querían una respuesta militar a la invasión y se separaron del Movimiento Amal, un grupo político que pasó a ser una de las milicias musulmanas chiitas más importantes durante la Guerra Civil Libanesa (1975-1990).
Los rebeldes formaron un movimiento militar chiita que recibió apoyo militar y organizativo de la Guardia Revolucionaria de Irán y que fue bautizado como el Amal Islámico. Poco después, esta organización se alió con otros grupos y creó Hezbollah.
La fundación de esta organización cambiaría el objetivo de las futuras invasiones israelíes en Líbano. “El objetivo inicial de la invasión era deshacerse de grupos paramilitares, pero lo que hizo fue desencadenar una resistencia más severa contra Israel con Amal y más tarde Hezbollah”, le dice a BBC Mundo Vanessa Newby, experta en Medio Oriente de la Universidad de Leiden.
“Hay un argumento que sugiere que el uso creciente de la fuerza simplemente ha generado una resistencia más violenta por parte de la población libanesa”, añade.
En abril de 1996, las fuerzas israelíes atacaron por primera vez a su nuevo enemigo, Hezbolá, en respuesta a una serie de ataques con cohetes. Las incursiones fueron limitadas en una operación que duró poco más de dos semanas. Pero se estima que además de 13 combatientes de Hezbolá, murieron cerca de 250 civiles en Líbano.
Del lado israelí no hubo víctimas mortales. La incursión se detuvo, pero las tensiones entre Israel y Hezbollah continuaron. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retiraron del sur de Líbano el 25 de mayo de 2000 y en junio las Naciones Unidas establecieron la “Línea Azul”, una frontera extraoficial entre Líbano e Israel. El vacío dejado por las FDI fue llenado por Hezbollah.
Hezbollah nunca reconoció la legitimidad de la “Línea Azul” trazada por las Naciones Unidas. Para el grupo, Israel seguía ocupando ilegalmente territorio libanés. En 2006, Hezbollah inició una serie de ataques con cohetes en ciudades israelíes.
El 12 de julio de 2006 un grupo de combatientes del grupo cruzaron la frontera hacia Israel, atacaron dos vehículos militares, mataron a ocho soldados y tomaron a dos como rehenes.
La respuesta israelí fue implacable. Emprendió una operación militar que incluyó un bloqueo e intensos bombardeos en ciudades, pueblos, aeropuertos, puentes y muchas otras estructuras importantes en Líbano.
La guerra duró 33 días en los que Hezbollá también lanzó una lluvia de cohetes contra Israel. Según cifras oficiales, en Líbano murieron 1.191 personas, la mayoría civiles. En Israel, murieron 121 soldados y 44 civiles.
Hezbollá quedó prácticamente intacta. La Comisión Winograd, creada por el gobierno israelí para evaluar el resultado de la guerra, concluyó en 2008 que la operación fue un fracaso y que Israel había iniciado “una larga guerra, que terminó sin una clara victoria militar”.
Guerra en desarrollo
Casi dos décadas después, Israel ha iniciado otra invasión que, según el gobierno israelí debería ser “limitada, localizada y específica” en el sur de Líbano contra objetivos de Hezbollah. Pero la evidencia en el terreno muestra que no es así.
Las FDI han desatado una implacable campaña aérea sobre Líbano, atacando más de 3.600 objetivos vinculados a Hezbollah , según declaraciones de las FDI.
Según analistas, se trata de la campaña aérea más intensa en los últimos veinte años. Los bombardeos le han permitido, entre otros objetivos, acabar con la vida de Hassan Nasrallah, líder histórico de Hezbollah.
Al menos otras 1400 personas han muerto y 900.000 han sido desplazadas desde que Israel comenzó su operación transfronteriza, según el gobierno libanés. La analista Vanessa Newby cree que la nueva invasión israelí podría desencadenar una guerra más amplia en Medio Oriente.
Por su parte, Mayssoun Sukarieh, del King’s College de Londres, tienen dudas sobre si Israel podrá erradicar Hezbollah, como planea. “Aún muy temprano para saber si podrá lograrlo”.
BBC Mundo
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