Carlos Oulton: Argentina necesita una clase dirigente diferente

–Llevás 60 años viendo cómo es la gente por dentro. A esta altura, sos Superman. ¿Ya tenés visión de rayos X?

–Superman, noooo. Tuve visión hace 46 años cuando decidimos crear este instituto y me doy cuenta de que me acompañó toda mi vida. Junto a mis esfuerzos, me permitió concretar más y más proyectos. Sin visión, sin conducta y pasión, que no debe subestimarse, las cosas no se logran.

–Empecemos contándoles a los lectores por qué tu instituto no existiría si no fuera por los Beatles.

–La tecnología de tomografía axial computarizada (TAC), inventada en 1968, nació gracias al ingeniero inglés Godfrey Newbold Hounsfield, quien trabajó en la discográfica EMI y, con fondos provenientes del éxito de The Beatles, lideró el grupo de investigación. Combinó una máquina de rayos X con una computadora capaz de leer y procesar los datos de las imágenes que generaban esos rayos X. EMI era la mayor discográfica de Reino Unido y gestionaba a famosos artistas, entre los cuales se encontraban The Beatles. Los beneficios que consiguieron por The White Album, uno de sus álbumes más exitosos, se destinaron al proyecto de Hounsfield. En 1979 inauguramos nuestro privado, que se benefició de la tomografía computada.

–Imagino que, en agradecimiento, por lo menos habrás ido a recitales de Paul Mc Cartney.

–No aún.

–¡Qué desagradecido!

–Me hubiese gustado ir a uno de los Beatles, aunque personalmente siempre me identifiqué con el tema Imagine compuesto por John Lennon (música) y Yoko Ono (letra). Es un llamado a no permitir que fronteras, religiones o ambiciones separen a las personas de lo verdaderamente esencial, la hermandad entre todos los seres humanos.

–En la época beatle, vos estabas estratégicamente estudiando en Francia.

–Claro, en esa época se produjo la irrupción tecnológica en medicina, y en Francia se realizaron los primeros estudios que cambiaban definitivamente los métodos diagnósticos existentes hasta el momento, y pudo observarse el interior del cuerpo humano sin necesidad de procedimientos invasivos. Mis casi cinco años de estadía produjeron un cambio de 180 grados en mi manera de pensar, no sólo sobre la medicina, sino también sobre las relaciones humanas.

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–¿Cuántos equipos electrónicos tenés funcionando hoy en el instituto?

–El Instituto Oulton es el único centro en el país con nueve resonadores magnéticos y tres PET-CT. Cuenta con 273 equipos, de los cuales 93 son para diagnóstico por imágenes instalados en su sede central y cuatro sucursales. Eso incluye resonancia, tomografía, RX, ecografía, cámara gamma y PET, angiografía, mamografía, etcétera. Además, en todos los servicios y en quirófanos cuenta con equipamiento clínico de mediana y alta complejidad que totaliza casi 180 equipos más, como monitores, respiradores, mesas de anestesia, mesas de cirugía, desfibriladores, y bombas inyectoras de contraste y medicamentos.

Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido, en su oficina. (Pedro Castillo / La Voz)
Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido, en su oficina. (Pedro Castillo / La Voz)

–Decímelo despacio: ¿cuánto pagan a Epec por mes?

–Más útil que conocer cuánto uno gasta en un servicio, mejor transmitir a la población que este instituto, luego de enormes gestiones y esfuerzos económicos, cuenta con sus propios generadores para el suministro de electricidad que posibilitan brindar tranquilidad a nuestros pacientes y continuar con las prestaciones médicas. A pesar de esto, la factura correspondiente a septiembre llegó a $ 54 millones.

–El instituto tiene ya 45 años de vida. ¿Cuál fue el secreto para perdurar y crecer?

–Liderazgo claro y gente que acompañó sin cesar estas novedades diagnósticas que revolucionaron la medicina en Córdoba. Esos principios de constante actualización tecnológica y de médicos correctamente formados aquí y en el exterior.

–¿Cómo están ubicados en el mapa del diagnóstico por imagen a nivel Argentina?

–Sin pecar de soberbia y con mucho orgullo, me animo a expresar que estamos entre el top 3 de instituciones del país. Por los recursos humanos, por experiencia, por equipo médico y paramédico, y por tecnología de avanzada con el plus que significa la incorporación del ciclotrón, único privado en el interior del país.

¿Cómo explicás en términos simples qué es un ciclotrón y para qué sirve?

–En síntesis, es un laboratorio que produce radiofármacos para PET (un tipo de tomografía). El ciclotrón es parte de un proceso productivo con diversificación de radiofármacos para diagnóstico y tratamiento. Es industria farmacéutica, no industria de salud.

–¿Eso explota? ¿Puede haber un mini-Chernóbil en la avenida Vélez Sarsfield? 🙂

–Noooo, imposible. No es un reactor nuclear, sino un acelerador de partículas que genera radiación sólo mientras está funcionando. Cuando se apaga, no genera radiación nueva. Sería como un equipo de rayos X apagado, no genera radiación. Además, la Autoridad Reguladora Nuclear –organismo nacional dedicado a la seguridad radiológica y nuclear– regula fuertemente las inspecciones viendo cómo trabajamos, y autoriza o no su funcionamiento. Posee altísimos grados de seguridad. Los desechos radiactivos se concentran únicamente en la estructura del búnker y partes constitutivas del ciclotrón. Durante la producción de radiofármacos, los gases radiactivos generados son contenidos dentro de la instalación y las estimaciones realizadas para los peores escenarios muestran valores muy bajos de dosis en grupos críticos y trabajadores.

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–En este momento, ¿cuántos empleados tiene el instituto y cuántos pacientes recibe por mes?

–En nuestros inicios, recibíamos tres pacientes por día y teníamos seis trabajadores, entre médicos, paramédicos y administrativos. Hoy en el instituto trabajan 700 personas y se atienden 60 mil pacientes por mes.

–¿Todos esos superaparatos de diagnóstico disminuyen la capacidad de observación directa de los médicos, que ahora descansan más en el diagnóstico electrónico?

–Por el contrario, creo que la tecnología y la alta tecnología ayudan a los pacientes. Nuestro problema radica en la reorganización, algunos le llaman “cambio”, de nuestro modelo sanitario. El actual lleva a perder lo que nos enseñaron nuestros maestros: si uno va a ser médico, tiene que dedicarse a la asistencia, a la investigación y a la docencia. No olvidar la relación médico-paciente y que no sólo puede ser reemplazada hoy por la inteligencia artificial. Se trata de un modelo continuo: la empatía, la aceptación moral y la veracidad. No puede aceptarse la mentira.

–¿Tu instituto mata a la medicina narrativa, esa en la que el médico se vale de la descripción del paciente para comprender mejor la enfermedad?

–Sigo los conceptos de Francisco Maglio: creo que hay que sostener y mantener la medicina narrativa como alternativa a la medicina basada en la evidencia. Deben integrarse. La medicina narrativa cambia el “interrogatorio” de la anamnesis por un “escuchatorio”, que por sí solo es terapéutico. Escuchar, entonces, más a los pacientes. Yo, en mis visitas al campo, “hago ejercicio ilegal” atendiendo y conteniendo a pacientes de la zona.

–Estás confesando un delito. 🙂

–Al escuchar, a veces se puede saber si los pacientes tienen un motor para vivir, estando sanos o enfermos. Nietzche decía: “Quien tiene por qué vivir, tolera cómo vivir”. No hay que olvidar que los pacientes son enfermos humanos de carne y hueso que, como nosotros, sufren, piensan, aman, sueñan, como dice Unamuno. No matamos la medicina narrativa, la enriquecemos. Lo que nuestros médicos ven, lo que el paciente les dice, aquella sintomatología que observan siempre ha sido, es y será uno de los elementos más importantes para encontrar causas de las enfermedades y encarar tratamientos. El diagnóstico por imágenes, a través de esa “superaparatología” a la que vos referís, y la experticia de nuestros imagenólogos permiten confirmar o descartar lo que los especialistas observan en sus consultorios y agregar otros hallazgos.

Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)
Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)

–¿Cuál es el origen de tu apellido? ¿Dónde nace tu línea familiar?

–Por el lado de mi madre, en Córdoba, de una familia de fuerte arraigo local, con lazos muy fuertes entre los siete hermanos y que perduran gracias a los valores transmitidos a su descendencia. Por el lado paterno, de un inmigrante de New Brunswick, Canadá, llegado luego de múltiples peripecias (descriptas en el libro Joseph Oulton, por Vera de Flachs, en 2004). Llegó alrededor de 1860, fue mi bisabuelo, se radicó inicialmente en Cruz del Eje. Trabajó junto a Cassaffousth y a Bialet Massé en el dique San Roque y en la conocida usina Bamba, dotando a Córdoba de la primera electricidad.

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–¿En qué tipo de familia naciste?

–En una que se podría llamar tradicional, compuesta por papá, mamá y hermanos, de clase trabajadora. Tanto mis padres, hermanos y yo, pudimos acceder a una educación media o universitaria. Destacaría que hemos gozado de una formación en firmes valores como el respeto, la solidaridad, la honestidad, la camaradería y un afecto especial hacia la familia extendida (primos, tíos, primos de primos, abuelos) y que hoy compruebo cuando me reúno con mis sobrinos, que rondan entre los 35 y los 55 años.

¿Cuánto pesó la historia médica de tu viejo para que también siguieras Medicina?

–Mucho. De seis hermanos, tres somos médicos. Pero existe vocación (que deriva del latín “acción de llamar”), es decir, inclinación hacia una actividad acompañada de ideales de ética, perfección, dedicación, que aparece, en general, en la juventud. También puede haber un cierto contagio por relaciones de nuestro padre, siempre en contacto con colegas, que pudo ser un modelo por seguir. Por otra parte, en nuestra profesión, desde Hipócrates, se observa como tradición la descendencia de familias de médicos por los conocimientos y las habilidades transmitidos de padres a hijos. A veces, desde joven, puede ser la admiración que se siente por una personalidad destacada. El nombre Favaloro puede ser hoy guía para muchos, pero creo que en esa vocación sólida, duradera, debe existir el deseo de ayudar, asistir, contener a un humano enfermo y doliente.

–¿Fuiste un nene de papá? ¿Se te hicieron las cosas más fáciles?

–En una familia numerosa, no había “nene de papá”. A mi padre lo he admirado y ha sido mi mentor. Compartíamos una pasión. Aprendí muchísimo de él. Delegó en mí la continuidad de propios proyectos. Su historia no fue un peso, sino un impulso. Además, nuestro padre trabajaba mucho y agregó la docencia a sus actividades. Mi madre era maestra de primario en épocas en que los docentes eran muy respetados, y también entonces se necesitaba un aporte económico adicional en la familia, además de criar, malcriar y educar a la prole. Tuve la suerte de llegar a formarme con la tecnología, quizás fue un despegue diferente, pero los primeros años aprendí con mis maestros de entonces, y el primero fue mi padre.

–Acabás de publicar un libro de anécdotas médicas. ¿Ya te sentís viejo?

–Se trata de anécdotas ya publicadas hace 15 años, cuando no existía mucha de la tecnología de la que hoy disponemos para el diagnóstico médico. No me siento viejo en absoluto. Tengo más años, sin duda alguna, no quiero parecer más joven, pero no estoy viejo.

–Lo acabo de leer. Nunca más me atenderé en tu instituto. No quiero protagonizar la próxima anécdota de pacientes insólitos 🙂

–Son anécdotas verdaderas sucedidas en el ejercicio de la profesión, en el día a día, personales y de colegas en épocas en que no existían métodos modernos del diagnóstico y tratamiento médico. Pueden existir algunas que parezcan insólitas, pero espero convencerte para que vuelvas a atenderte en nuestro instituto.

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–¿Seguís siendo un emprendedor a los 83 años?

–Sí. Nuestro próximo emprendimiento es la teragnosis, es decir, el tratamiento, a través de radiofármacos, de patologías oncológicas en forma personalizada. Me veo como un luchador sin prisa pero sin pausa, con valores éticos, con defectos como todo ser humano, pero creo haber privilegiado el esfuerzo y el trabajo por sobre los obstáculos y las piedras en el camino, arriesgando el capital y posibilitando espacios laborales para muchas familias.

Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)
Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)

–Los residentes médicos se quejan de explotación laboral en las instituciones médicas. ¿Cambiarías algo a ese sistema?

–Primero, quisiera contextualizar esto de la residencia médica: nacieron a fines de 1800, quizás siguiendo el ejemplo de las escuelas de arte del Renacimiento, cuando los maestros tenían aprendices, generando la relación de docencia y trabajo. Es un sistema esencialmente educativo; se aprende a través de la práctica, learning by doing. En Francia comienzan alrededor de 1789; en EE.UU., en 1899; en Argentina, en 1944, y en Córdoba, en 1960. Las residencias deben estar asociadas a un programa académico universitario dentro del marco de control evaluatorio de Coneau, que analiza y evalúa a los centros formadores.

–¿No los usan como mano de obra barata?

–En las residencias serias, los residentes no son mano de obra barata. La residencia médica ha sido, es y será el mejor método para el aprendizaje en nuestra disciplina. Quizá hoy amerite algunas flexibilizaciones, pues los tiempos cambian, las nuevas generaciones priorizan otro tipo de necesidades y porque la vida del ser humano está compuesta por muchos aspectos: el estudio y los perfeccionamientos, la familia, el trabajo, la recreación, los viajes, etcétera. Pero todo eso es conciliable. En nuestra institución, tenemos 32 residentes médicos que son considerados de un modo muy especial y se pone a su disposición un excelente cuerpo docente, una admirable logística de gestión, todo en un cálido y amistoso clima laboral y de compañerismo.

–Además de médico, creo que has sido piloto de aviación civil, tenista, golfista, jinete… ¿qué más?

–Futbolista de la gloriosa “U” en los últimos años de la década del ‘50. Cada cosa a su tiempo y siempre muy entusiasta.

–A esta altura de tu vida, ¿cuál es tu motor, tu sentido para seguir haciendo hacer cosas?

–Hacer cosas como esta y desafíos que me impongo, otros que acepto. Mantener mi mente en actividad constante, estudiar y seguir sintiendo deseos de hacerlo, sumar opiniones y aportar ideas acerca de lo que está en marcha en mis empresas, transmitir mis experiencias y conocimientos.

–¿Alguna vez sufriste depresión?

–No. Pero muchos piensan que el último en enterarse es el paciente depresivo.

–¿Pudiste equilibrar tu laburo y las obligaciones con tu familia?

–Es una asignatura pendiente y difícil. A veces lo que se pone de más en el laburo se le quita a la familia. Quejas he recibido y estamos en permanente búsqueda del equilibrio ideal. Así y todo, llevo 56 años de casado.

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–Fuiste candidato a diputado nacional de López Murphy en 2003. ¿Nunca más te picó el bicho de la política?

–Con frecuencia. Pero de una política que no se vive en Argentina. Es apasionante y factible para realizar muchísimas cosas por la sociedad, pero deben cambiarse los ejecutores con impulsos diferentes a los que mandan actualmente. Me inspiro en los hombres de la generación de 1837 y de 1880.

–Entiendo que te ves como un liberal. ¿Sos de la onda Milei?

–Entiendo que hay un solo liberalismo: ni neoliberal ni neolibertario. No comparto los modos de comunicarse del Presidente, pero entendiendo que Argentina es un país anómico, esto requiere de modelos de gobiernos diferentes a los últimos.

–¿Estás decepcionado de la Argentina?

–En absoluto. He vivido en el exterior. Argentina es el mejor país para vivir, pero necesita una clase dirigente diferente, similar a la generación del ‘80, que tenía ideas claras del rumbo para el país.

–Si te dejaran sentarte una semana en el sillón de Rivadavia, ¿qué medidas tomarías?

–1) Emularía a Sarmiento en 1866: la diferencia existente entre los castillos y los ranchos es enorme; tremenda brecha que tiene que ser resuelta so pena de consecuencias que hoy parcialmente vivimos. Si no educan por temor, háganlo por compasión. El tratamiento: escuelas y educación. 2) Los gastos del Estado deben ser inferiores a la recaudación. 3) Que la Justicia actúe en tiempo y forma, correctamente. 4) Recuperar la primacía del Estado, para no pasar de corrupción a mafia. 5) Formar un equipo de líderes capaces de llevar adelante estas propuestas. 6) Desarmar el corporativismo que aumentó desde 1940 hasta la fecha.

–¿Cuáles han sido nuestros principales problemas como país?

–Los históricos: el corporativismo, el poder desmesurado de la inmensa cantidad de sindicalismo existente, los intereses del individualismo, las falencias en educación, salud, seguridad y Justicia, ligadas a la desvalorización de quienes realizan esos roles. La inflación y el déficit fiscal.

–¿Hay líderes políticos argentinos a los que admires?

–Los de la generación del ‘80. En el momento actual: Ricardo López Murphy.

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–Si hubieras sido legislador, ¿cómo votabas la ley de aborto?

–Pregunta fácil de hacer y difícil de responder. Por vocación y formación universitaria, los médicos hemos sido preparados para sanar, curar y salvar vidas. La respuesta correspondería a lo que la sociedad ha decidido, dando lugar a la actual legislación, que contempla esa práctica durante el primer trimestre.

Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)
Carlos Oulton, director del instituto que lleva su apellido. (Pedro Castillo / La Voz)

–Si te vieras a vos mismo en una radiografía, ¿te reconocerías?

–Imaginate: tengo una columna repleta de osteofitos (signos de artrosis) y con prótesis en caderas, hombro y rodillas. Además, un marcapasos. Hasta hace pocos años, era un sonajero al pasar controles en los aeropuertos.

–¿Qué fue lo más extraño que viste dentro del cuerpo de una persona?

–Dejemos volar la imaginación. Con frecuencia, cuerpos extraños metálicos: monedas, agujas y, excepcionalmente, recuerdo un paciente que tenía en la región del colon terminal una botella pequeña de gaseosa.

–¿Qué has aprendido de toda una vida viendo el interior de la gente?

–Que hay más gente buena que mala.

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–¿Creés en la meritocracia?

–Sí. El éxito debería basarse en el esfuerzo y las habilidades, siempre que haya igualdad de oportunidades. No olvidar dos palabras fáciles de recordar, ambas de siete letras: trabajo y estudio, que contribuyen al éxito.

¿Cuáles fueron el día más feliz y el día más triste de tu vida?

–Feliz, cuando logramos con Isabel (mi esposa) armar nuestra pequeña familia con dos hijos maravillosos. El más triste, la muerte de un hijo.

–¿Cuál es el sentido de la vida?

–Otra filosófica y profunda pregunta. Quizás sea vivir la vida. Hay diferentes corrientes filosóficas que uno podría abrazar, como el humanismo, por ejemplo. Cada uno debe pensar el sentido de la vida con acciones, decisiones, el transcurrir de su vida propia. Creo también que debemos sobrevivir, reproducirnos y dejar un legado positivo de valores y conductas. A veces, me viene a la memoria algún dicho de mi padre: “Hijo, ya voy partiendo, y me quedan muchos misterios por resolver”.

–¿Qué pasa cuando nos morimos?

–Y… biológicamente, es todo, el final. Queda el alma para reencontrarnos con quienes amamos. Pero antes quiero terminar esta vida para luego pensar en la otra.

Un cardiólogo refugiado en Las Albahacas

Carlos Oulton (83) nació en la ciudad de Córdoba. Lleva 56 años casado con Isabel, tiene cuatro nietos y, cada vez que puede, se escapa a su campo en la localidad de Las Albahacas, en el departamento Río Cuarto. Vivió cinco años en Lyon, Francia, adonde viajó a especializarse entre 1970 y 1975, y también estuvo durante períodos más breves en Estados Unidos y en España. Cuando no está siguiendo todos los pormenores y los proyectos en su instituto, le gusta disfrutar de la familia, jugar al golf, viajar y juntarse con amigos.

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