S.O.S Atención perdida

Cuando el periodista y escritor Johann Hari se sintió incapaz de concentrarse por un rato para leer un libro o de ver una película sin distraerse cada tres minutos con su teléfono se dio cuenta que estaba perdiendo el control de su atención. Pero lo que realmente le preocupó fue ver cómo su ahijado adolescente pasaba días enteros consumiendo compulsivamente videos de pocos segundos, porno, mensajes instantáneos, fotos y todo el “fast food” que encontraba por las redes y cómo esto fue un desencadenante hacia una depresión. Ambas experiencias lo motivaron a investigar en profundidad qué está pasando con nuestro foco con la presunción de que eran los teléfonos inteligentes los grandes culpables, pero descubrió que el problema es muy anterior y multicausal.

Para hacerlo viajó por todo el mundo entrevistando a los 200 expertos máximos en atención para entender el fenómeno en toda su dimensión, investigación que condensó en el libro El valor de la atención, por qué nos la robaron y cómo recuperarla. Según Hari hay al menos 12 factores que pueden provocar que mejore o empeore tu atención, entre los principales, y más allá del teléfono, se encuentran, la comida, la cultura laboral, el contexto socio geográfico en el que vivimos, la distribución de nuestras oficinas, las escuelas, la contaminación de aire, entre las principales. En resumen, la raíz del asunto es nuestra forma de vida. Algunos ejemplos contundentes: un oficinista estándar ya no le dedica más de tres minutos a una misma tarea o que desde los años ‘70 a hoy el número de niños con déficit de atención se ha multiplicado por 100.

Hari describe cómo nuestra atención colectiva está empeorando drásticamente desde 1880. Desde entonces, cada década es peor que la anterior y nuestro cerebro, que puede pensar conscientemente en una sola cosa a la vez, está todo el tiempo intentando resolver cosas en simultáneo con un costo de la alternancia muy alto. Hacemos muchas cosas al mismo tiempo, pero de manera cada vez menos competente, con más errores, recordamos menos, somos mucho menos creativos y acabamos exhaustos y enojados. En experimentos de multitasking se comprobó que perdemos hasta 10 puntos de coeficiente intelectual, 5 más que si fumamos marihuana.

Otro tema novedoso que trae Hari es que no podemos concentrarnos si no nos sentimos seguros. Y provoca: ¿Quién pondría a leer una novela en Ucrania mientras bombardean su barrio? Cualquier cosa que aumente el estrés disminuye la atención y esto ocurre con mucho menos que un bombardeo. Vivir en un ambiente donde reina la agresión, el miedo y la incertidumbre socava gravemente la atención. También la forma en que comemos es una amenaza. Un desayuno con cereales azucarados o con facturas o galletitas dulces liberan una gran cantidad de energía y llena de glucosa el cerebro. Una hora más tarde, ya no te queda energía y se sufre niebla mental hasta la próxima merienda azucarada. La vida sedentaria también incide: los niños que corren más jugando desarrollan más neuronas en el cerebro y prestan más atención. Queda claro que no es solo el teléfono y son muchas las maneras en las que podemos recuperar nuestra atención: dale, no te distraigas.

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