Sara jane Moore, la misteriosa mujer que quiso matar a un presidente de los EEUU y la desgracia del héroe que evitó el magnicidio

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Eran alrededor de las tres y media de la tarde del lunes 22 de septiembre de 1975 cuando el presidente de los Estados Unidos, Gerald Ford, se retiraba del Hotel St. Francis, de la ciudad californiana de San Francisco, luego de hablar en una convención de trabajadores y empresarios.

Mucha gente había ido a ver al mandatario que sucedió a Richard Nixon tras el escándalo del Watergate para conocerlo y darle su apoyo. Observaban sus movimientos desde la vereda de enfrente del hotel. Cuando el político republicano estaba cerca de ingresar a su limusina, sonó un disparo que alarmó a todo el mundo. De inmediato, se escuchó otro estallido. Alguien intentaba asesinar a Ford.

Gerald Ford, presidente de los EEUU sale del hotel St. Francis y saluda a sus seguidores, segundos antes de que Sara Jane Moore atente contra su vidaNational Archives

En efecto, entre la multitud reunida para vitorear al trigésimo octavo presidente estadounidense había una mujer, contadora y ama de casa, de 45 años, que llevaba dentro de su cartera una revólver calibre 38. Sara Jane Moore, tal el nombre de esta señora, sacó su arma del bolso en el momento en que vio al mandatario y le disparó a la cabeza. Las pericias posteriores dijeron que el tiro se efectuó a unos 12 metros de distancia de la víctima y que la bala pasó cerca del mandatario e impactó en la puerta del hotel.

En medio del pánico reinante, Moore se proponía a efectuar un segundo disparo cuando otro personaje entró en escena. Oliver Sipple, un exmarine de los Estados Unidos, excombatiente de Vietnam, que, al identificar a la magnicida,se arrojó sobre ella y le desvió la mano para evitar la letalidad del segundo balazo, que fue a impactar en otro transeúnte -muchas crónicas señalan que era un taxista-, sin producirle daños considerables.

Policías y hombres de seguridad se llevan detenida a Sara Jane Moore, cuyos pies se pueden ver a la izquierda y al centro de la imagenlandmark

Nada volvió a ser lo mismo ni para Moore ni para Sipple después de esa estruendosa jornada, de la que se cumplen esta semana 50 años. La villana y el héroe de ese 22 de septiembre sufrieron las consecuencias de sus actos. Mientras que la primera recibió el rigor de la justicia, el segundo no pudo evitar que su hazaña le trajera tan solo desgracia.

Gerald Ford, en tanto, se convirtió en un presidente récord en materia de atentados. Es que, 17 días antes, en ese mismo septiembre aciago para el hombre de la Casa Blanca, otra mujer, Lynette “Squeaky” Fromme, había intentado asesinarlo en Sacramento. La joven, acolita de la secta de Charles Manson, también había fallado en su intento.

Lynette Fromme, la joven que quiso asesinar al presidente estadounidense Gerald Ford el 5 de septiembre de 1975Lindmark

“Nunca recibí una respuesta satisfactoria de ella sobre por qué lo hizo”, dijo, en una entrevista a NBC James Hewitt, abogado defensor de Sara Jane Moore en el juicio por el intento de asesinato del presidente Ford. Es que la intención de la mujer con relación a su atentado nunca ha quedado demasiado clara. Ni siquiera para ella.

Sara Jane había nacido en 1930 en Charlestón, Virginia Occidental. De joven coqueteó con la posibilidad de ser actriz pero finalmente se dedicó a estudiar para convertirse en contadora. En cuanto a su vida sentimental previa al atentado, la mujer se había casado y divorciado cinco veces y tuvo cuatro hijos.

Tras el primer disparo de Sara Jane Moore el pánico se apoderó de la gente que había ido a saludar al presidente estadounidense Gerald FordNational Archives

Según las distintas reconstrucciones de la vida de Moore, su vida dio un cimbronazo a nivel político en 1974. Fue cuando un grupo de extremistas de izquierda conocido como Ejército de Liberación Simbionés (SLA, por sus siglas en inglés) secuestró en la ciudad de Berkeley a Patty Hearst, nieta del magnate de los medios de comunicación estadounidense, William Randolph Hearst.

A partir de entonces, la mujer se ofreció para ayudar a la familia Hearst como voluntaria. Ingresó en una especie de fundación que crearon los familiares de Patty por exigencias de los secuestradores para asistir a los pobres de California. En esta función, Moore se empezó a contactar con los grupos más radicales de la sociedad, e incluso se dejó seducir por la ideología de SLA.

EL secuetro de Patty Hearst forzó a Sara Moore a acercarse a grupos extremistasbbc-mundo-14416
Secuencia de cuando Sara Moore disparó contra Gerald Ford en la puerta del hotel St. Francis, de San FranciscoNational Archives

Pero nada es lo que parece con este personaje. A la vez que se vinculaba con extremistas y parecía imbuirse de sus ideas para comprometerse también en sus acciones, la mujer trabajaba como informante del FBI. Es decir, actuaba como una especie de doble agente.

Era un juego a dos puntas, pero todo parece señalar que la señora volcó sus lealtades hacia el lado de los grupos espiados. Según el documental Suburban Fury, donde la propia Moore habla sobre su vida, ella confesó en una de las agrupaciones extremas en las que estaba infiltrada que era una soplona. “Soy una cerda”, les habría dicho a sus compañeros.

Toma aéra del momento en que Sara Moore atenta contra el presidente de los EEUU Gerald Ford el 22 de septiembre de 1975National Archives

El FBI, en tanto, habría perdido la confianza en su informante y, pocos meses antes del atentado, cortó la comunicación con ella. Y la mujer se convenció de que los agentes federales ya la habían descartado, y la querían muerta.

Así las cosas, Moore llegó al 22 de septiembre de 1975 a la vereda de enfrente del hotel St. Francis para ejecutar el presidente de los Estados Unidos, quizás influida por las extremas ideas de sus amigos.

Gerald Ford sufrió dos intentos de asesinato en menos de 17 días en septiembre de 1975National Archives

El balazo calibre 38 disparado por la mujer pasó a 12 centímetros de la cabeza de Ford, que de inmediato fue introducido por sus hombres dentro de la limusina blindada.

Luego de la heroica acción de Sipple, que neutralizó el segundo tiro de la magnicida, Moore fue atrapada y llevada detenida. Como toda declaración, la mujer se quejó: “Si hubiera tenido mi calibre 44, no se me hubiera escapado”.

Sara Jane Moore es trasladada de su prisión en e condado de San Mateo a su juicio en los tribunales de San Francisco por el intento de magnicidio de Gerald FordAP

Es que las crónicas señalan que, apenas un día antes del atentado, la policía le había confiscado a la mujer una revólver de ese calibre junto a una gran cantidad de balas. Pero, pese a eso, no la detuvieron y la mujer pudo proveerse de la 38 con la que realizaría su fallido ataque.

Moore fue llevada a juicio por el intento de magnicidio de Ford. En la audiencia, el fiscal de distrito Samuel Conti señaló, en concordancia con lo que había dicho la acusada, que el impedimento para matar a Ford estuvo en el arma. “La única razón por la que el presidente no murió no fue por culpa suya, sino por mal funcionamiento del arma -dijo el fiscal-. Su puntería era la correcta. El arma se desvió un poco a la derecha. Si hubiera sido el arma correcta, usted habría matado al presidente”.

Sara Jane Moore en el documental sobre su vida, Suburban FurySuburban fury

En su declaración en el juicio, Moore se hizo una pregunta y se la respondió: “¿Me arrepiento de haberlo intentado? Sí y no. Sí, porque no logré mucho más que arruinar el resto de mi vida. Y no, no me arrepiento de haberlo intentado, porque en ese momento me pareció una expresión correcta de mi ira».

Contra lo recomendado por sus abogados, la mujer se declaró culpable y fue condenada a cadena perpetua en 1976. Si bien pudo fugarse de la prisión en 1977, inmediatamente fue atrapada para regresar a su celda.

Portado del San Francisco Chronicle el día postrior al atentadoABC

Luego de cumplir unos 30 años de condena, la mayor parte en la Institución Correccional Federal de Dublín, en California, Sara Jane Moore recuperó su libertad. Tenía 77 años. Fue en 2007. El expresidente Ford, en tanto, había muerto poco tiempo antes: el 26 de diciembre de 2006, a los 93 años.

Moore siguió declarando a lo largo de los años acerca del por qué del atentado. Pero no siempre dejaba un mensaje claro. Llegó a decir que el intento de magnicidio había sido “una protesta contra el sistema” o también que si el atentado hubiera sido exitoso “podría haber desencadenado una revolución en el país”, que era lo que ella estaba buscando, en una nación “que necesitaba un cambio”.

Sara J. Moore, la mujer que intentó asesinar a Gerald Ford, a los 94 años

Sin embargo, en declaraciones a la cadena estadounidense KGO-TV en el año 2006, la magnicida mostró por primera vez, un gesto de arrepentimiento. Cuando volvieron a preguntarle si se arrepentía de haber intentado matar al mandatario, respondió: “Estoy muy contenta de no haberlo logrado. Ahora sé que me equivoqué al intentarlo”.

Moore tiene actualmente 95 años. Su última aparición pública fue el año pasado, cuando comentó para el Canal 5 de Nashville sobre el atentado del que había sido víctima Donald Trump cuando era candidato a presidente. Allí se le preguntó a la mujer qué habría pasado si aquel día mataba a alguien: “Hubiera pensado que tuve éxito y hubiera seguido con mis cosas. Hubiera seguido con mi plan de escape, la gente no le presta atención a una mujer”, expresó Moore, que no parecía sentir el mínimo remordimiento por aquel intento de asesinato.

Gerald Ford, trigésimo octavo presidente de los Estados Unidoswikico

Tres décadas en prisión fue la manera en que Moore cumplió su pena por intentar quitarle la vida al presidente de 220 millones de estadounidenses. Ahora, en ese episodio de 1975 hubo otro personaje que terminó cayendo en desgracia, y que sin embargo no cometió ningún crimen, si no todo lo contrario.

Se trata de Oliver Sipple, el que impidió que el segundo disparo de Moore fuera certero y letal. Nacido y criado en Detroit, Michigan, el mismo estado de donde era oriundo Ford, este hombre, que era un marine condecorado y retirado por haber sido herido en Vietnam, estaba esa día en el lugar justo en el momento preciso, para desviar la mano criminal.

Así de rápido como fue detenida Moore, el nombre de Sipple comenzó a recorrer todo el país acompañado por el adjetivo de héroe. “Soy más bien cobarde. No sé por qué lo hice. No soy un héroe ni nada”, le dijo el exmarine a la prensa luego de salir de declarar en la policía tras el atentado. Pero el intento de este hombre de bajar el precio a su hazaña no dio resultados: de la noche a la mañana se convirtió en un ídolo norteamericano

Oliver Sipple le salvó la vida al presidente Ford y sin embargo no pudo evitar caer en desgracia cuando su familia se enteró que era gayAP

La repentina fama, sin embargo, sería también la desgracia de este valiente militar. Sucede que, proveniente de una familia muy conservadora de Detroit, al regresar de Vietnam, Sipple se había instalado en la liberal San Francisco para poder vivir sin problemas su sexualidad, integrándose en la comunidad LGBT local. Todo su círculo de amistades sabía que Billy, como lo llamaban, era homosexual, y él no se preocupaba en ocultarlo. Pero la alta exposición que llegó con su fama terminaron perjudicándolo.

Herb Caen, periodista de San Francisco Chronicle, informaba en un artículo publicado dos días después del atentado que Sipple era miembro de la comunidad gay de San Francisco. La noticia se realizó con el aval de Harvey Milk, activista LGBT y el primer político en ser electo para un cargo público siendo abiertamente gay.

Él, que además era amigo de Sipple, quería utilizar la proeza del exmarine en beneficio de la comunidad gay, en un tiempo donde los prejuicios eran mucho mayores que los de ahora. “Por una vez podemos demostrar que los homosexuales hacen cosas heroicas, no solo toda esa mierda de acosar a los niñosy pasar el rato en los baños”, expresó Milk.

Oliver Sipple (izquirda) forcejea con Sara Jane Moore (a la derecha, detrás del poste)fotos ic

Pero cuando la noticia de la sexualidad del soldado que salvó a Ford se hizo nacional, la información también llegó a la familia de Sipple, en Detroit. Un cúmulo de periodistas se abalanzó sobre la casa de la infancia de Billy para tratar de hablar con la madre o el padre del héroe.

En una conferencia de prensa que organizó de inmediato el propio Sipple en San Francisco, desesperado por el alcance que había tenido la noticia sobre su sexualidad, el salvador de Ford expresó: “Me siento muy mal por mi familia. Es horrible. Quiero que sepan que mi madre me dijo hoy que no podía salir de la casa ni ir a la iglesia por el asedio de la prensa preguntando por mi sexualidad”.

Además, comunicó el héroe de Vietnam, su madre le había dicho que no quería volver a hablar con él en toda su vida y le había cortado el teléfono. Su padre, en tanto, le había dicho a otro de sus hijos que se olvidara que tenía un hermano.

Oliver Sipple, el hombre que salvó a Gerard Ford

Sipple recibió ese mismo día una carta del presidente Ford en el que le agradecía por lo que había hecho por él. El joven, completamente angustiado, le respondió con una carta al mandatario y le pidió que por favor hablara con sus familiares para tratar de convencerlos de que vuelvan a hablarle. “Es muy duro que tus padres no quieran saber nada de vos”, le escribía el héroe al presidente.

Oliver Sipple hizo juicio por 15 millones de dólares a los medios que habían publicado información sobre su sexualidad. Pero la justicia falló en favor de estos últimos. La sentencia llegó en 1984, cuando la vida del exmarine ya estaba barranca abajo, asediada por la tristeza y el alcoholismo. Además de perder a su familia, parte de la comunidad LGBT de San Francisco también le daba la espalda por considerar que él se avergonzaba de su homosexualidad.

La tumba de Oliver Sipple, el héroe que murió a los 48 añosABC

En febrero de 1989, un amigo de Billy que se extrañó al no verlo por varios días en los lugares habituales, lo fue a buscar a su departamento. Se encontró con lo peor. El cadáver del exmilitar estaba en una silla. A su lado había una botella de whisky Jack Daniels. Y la televisión estaba prendida. El hombre condecorado en Vietnam que había salvado con su arrojo la vida del líder de su país llevaba nueve días muerto.

Poco después de la noticia de la muerte de Oliver llegó una carta del expresidente Ford a la familia del militar en Detroit y una copia a New Bell Saloon, un bar del centro de San Francisco que él frecuentaba. “Lamenté profundamente los problemas que se desencadenaron para él después de este incidente”, decía el exmandatario y luego, en un mensaje a los amigos del difunto, añadía: “Me entristeció saber las circunstancias de su muerte. La señora Ford y yo expresamos nuestra más sincera simpatía en este momento de tristeza por el fallecimiento de su amigo”.

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