Repetir sus propios fracaso. Eso propone el peronismo, de la mano de Axel Kicillof. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires aparece como ganador de las elecciones del domingo pasado en ese distrito. En calidad de eventual candidato presidencial, buscar hacerse oír por el gran empresariado, mostrándose moderado.
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Así, el domingo pasado, en diálogo con Clarín, dijo entre otras cosas que “romper con el FMI o simplificar que vamos a ir de prepo a EE.UU. a conseguir no se qué cosa me parece infantil”.
La “solución” del gobernador es que el FMI se siente “en una mesa a hablar de esto sobre una deuda que a todos luces es impagable. Si además te quieren imponer las políticas con las que pagan… bueno, creo que hay que tener una discusión madura con el Fondo Monetario sobre cómo seguir adelante.”
El programa es el mismo que levantó en su momento Martín Guzmán, con el aval del Alberto Fernández y, en un primer momento, de Cristina Kirchner. Fue el programa (o más bien el discurso) del propio kirchnerismo cuando el acuerdo firmado por aquel ministro de Economía empezó a naufragar.
Es, ahora, el mismo programa que propone el peronismo en sus diversas alas. Lo que pueden cambiar son los “tonos”, pero el discurso es el mismo: “negociar bien”, “negociar mejor”, “negociar duro”.
Aquel acuerdo celebrado por Guzmán fue avalado en el Congreso Nacional por una gran porción del peronismo y por Juntos por el Cambio. El único bloque que rechazó de manera unánime y criticó la sumisión al capital financiero internacional fue el del Frente de Izquierda.
Fue aquel acuerdo el que ayudó a desbloquear Itaí Hagman, diputado nacional alineado con Grabois. En aquel 2022, el actual candidato del peronismo en CABA se retiró de la Comisión de Presupuesto, cediendo su lugar para que hubiera dictamen y el proyecto llegara al recinto.
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Ese acuerdo fue la base de la subordinación del peronismo gobernante a los dictados del Fondo Monetario Internacional. El programa de ajuste que siguió, con Sergio Massa desde julio de 2022. Un programa que ajustó sobre trabajadores y trabajadoras estatales, jubilados y jubiladas, personas con discapacidad.
Un ajuste que, también, volvió una mala propaganda aquel discurso sobre el “Estado presente”, que se materializaba en escuelas que caían a pedazos o en hospitales públicos sin insumos y con trabajadoras y trabajadores muy mal pagos. El malestar social que creó ese ajuste fue el que facilitó el triunfo de Milei.
Frente a un escenario cada vez más crítico, con un creciente endeudamiento que acerca el peligro de un default, la única salida realista es la ruptura con el FMI y el desconocimiento soberano de una deuda ilegal e ilegítima, que sirvió para favorecer la fuga de capitales por parte del gran capital.
Esa medida debe ser parte de un programa de conjunto, que incluya tanto la nacionalización del sistema bancario -bajo control de sus trabajadores y trabajadoras- como la nacionalización de comercio exterior, bajo administración obrera.
Una salida así solo puede ser desarrollada e impuesta por la más amplia movilización de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Algo que, claramente, no es la estrategia del peronismo, que privilegia esperar a que Milei sea derrotado electoralmente en 2027. Una salida impotente que conduce a la resignación mientras sigue el ajuste.
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