Mileis: todos los Milei dentro de Milei

Se sabe que algo pasa dentro de la cabeza de Javier Milei y que eso que pasa no es normal. Por lo menos, no es la normalidad habitual entre líderes sociales, políticos y empresariales.

Lo que pasa allí adentro es un enigma que desvela en especial al círculo rojo. Una conversación obligada en todos los pasillos del poder, salvo en los que hay un Milei o un Caputo cerca.

De lo que se habla es de ese torbellino mental que cruza una ideología extrema con designios mesiánicos, dramas personales y una voluntad a prueba de obstáculos reales e imaginarios.

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Cuantos Milei conviven en su cabeza. El libremercadista y el trumpista, el pro-Macri y el que vacía al PRO…

Las conclusiones están divididas, igual que en el resto de la sociedad. Mientras una mitad de argentinos está convencida de que de ese torbellino saldrán los nuevos aires que el país necesita, hay otra mitad que cree que de esa cabeza jamás surgirá la idea de un país normal y previsible.

La grieta nunca había generado una antinomia tan profunda. Y eso que ya era bien profunda.

La misma persona que para unos es un salvador, para los otros es un hombre desequilibrado y peligroso. El que para el 50% es alguien que vino a acabar con la casta y la corrupción; para el otro 50% es el mismo que promueve una casta más autoritaria y corrupta que la anterior.

Unos y otros. El enigma es cuántos Milei conviven en la cabeza de Milei.

Está el Milei jefe de Estado y el Milei que quiere destruir al Estado. El Milei defensor de un libre mercado absoluto y el Milei aliado incondicional de mandatarios proteccionistas como Donald Trump. Está el máximo líder mundial de las libertades individuales y el que ataca a los que libremente eligen ser minorías sexuales. Está el que elogia a Mauricio Macri y está el que quiere vaciar a la dirigencia del PRO. Está el que promulga el “principio de no agresión” y el que quiere ir “a buscar a los zurdos hijos de puta hasta el último rincón del planeta”. Está el que sufrió la crueldad de niño y está el que aplica la misma crueldad desde la cima del poder hacia argentinos que no piensan como él ni tienen su poder.

En su cabeza anarquista conviven el que promueve a la ministra de Seguridad que con más dureza decidió aplicar el aparato represivo del Estado en la vía pública desde la recuperación democrática, con el que dice ser fiel a los maestros libertarios que le enseñaron que la seguridad debe estar en manos de privados y no de un Estado represivo.

Recordemos que ésta es una de las tantas diferencias entre Milei y el liberalismo. Para los pensadores liberales, el Estado debe preservar para sí áreas como la Seguridad, la Educación y la Salud Pública. En cambio, para el anarcocapitalismo que él pregona, el Estado simplemente debe desaparecer

Gustave de Molinari, para algunos el primer anarcocapitalista, sostenía que el monopolio estatal de la violencia era, además de inmoral, ineficiente, porque era caro y de baja calidad: “La producción de seguridad inevitablemente se vuelve costosa y mala cuando es organizada como un monopolio.” Molinari sostenía que no había motivos para que “la producción de seguridad” no pudiera ser sometida al libre juego de la oferta y la demanda. Como una industria privada más.

Rothbard aseguraba que para que el Estado ejerciera el monopolio de la violencia y castigara las conductas delictivas, antes debía castigar sus propios delitos. Lo que, según él, sería imposible: el delito es inherente al Estado.

Aunque estos dos Milei podrían acordar que entre el sistema capitalista actual y el anarquismo que proclama, se requeriría una transición minarquista durante la cual el Estado sea utilizado para lo mínimo indispensable. Por ejemplo, para reprimir a los jubilados que protestan contra los que manejan el Estado que los va a reprimir.

Con todo, llama la atención la vocación de un libertario como él de usar al Estado en materia de Seguridad y ordenamiento del espacio público con una determinación mayor a la de cualquier otro gobierno. Frente al impulso libremercadista de la ley del más fuerte (piqueteros vs. automovilistas, manifestantes vs. transeúntes, etc.) la dupla Milei-Bullrich decidió intervenir con una vocación que jamás habían demostrado quienes defienden el rol del Estado como administrador y garante de la seguridad.

El giro. ¿Será un reconocimiento de que el mercado puede tener fallas y que el Estado debe intervenir para subsanarlas?

En cualquier caso, lo cierto es que hubo un giro notorio entre la manifestación de los jubilados de la última semana y la anterior. Hablando sólo de las fuerzas estatales, mientras que en la primera marcha parecían desatadas, casi anárquicas; en la segunda se expuso un aparato coordinado de control y sin la presencia de provocadores oficiales ni operaciones de Inteligencia para consumo de medios adictos.

…el que sufrió crueldad de niño y el que la aplica, el que respeta al individuo y el que ataca a los gay

Lo que no quitó que volvieran a aparecer los ya característicos toques orwellianos del Gobierno. En este caso, altavoces en las estaciones de trenes advirtiéndole a la población que el Estado reprimiría cualquier muestra de indisciplina social.

El giro de 180° hizo recordar el mismo viraje de diciembre de 2017 en torno a otro reclamo de los jubilados. Con una primera manifestación donde los uniformados reprimieron con una violencia desmedida, y una posterior en la cual actuaron ordenados y casi a la defensiva. La diferencia entre una y otra, fue que la primera estuvo conducida por la misma ministra de Seguridad de hoy, Patricia Bullrich, y la segunda por la Policía Metropolitana controlada por Rodríguez Larreta.

En 2017, el giro se debió a que el entonces jefe de Gabinete, Marcos Peña, convenció a Macri de que el espectáculo de las fuerzas durante la primera marcha había sido escandaloso.

La cabeza. No se sabe quién fue el que esta vez logró convencer a Milei de que una nueva represión desmedida generaría rechazo aun en sus votantes. El Gobierno dejó trascender que, para la segunda marcha, Santiago Caputo había tomado a su cargo la coordinación del operativo.

¿Habrá sido así? Difícil imaginar moderación en un kamikaze.

Tres días después de que Pablo Grillo quedara al borde de la muerte por sacar una foto y la jubilada Beatriz Blanco salvara su vida de milagro, este Caputo tuiteó: “El socialismo no se discute, se erradica. La casta no se reforma, se destruye. Los enemigos del progreso no se convencen, se eliminan. Y no vamos a parar hasta que el último de ellos desaparezca.”

Erradicar, destruir, eliminar y desaparecer. Son términos tristemente célebres en la historia argentina, que él suele usar en las cuentas de X que no llevan su nombre para hablar de sus “enemigos”. Pero es la primera vez que lo hace en su cuenta oficial.

En la cabeza de Milei, a todos los Milei que conviven allí se le suma la cabeza de alguien como este Caputo que, además de manejar la SIDE y las cajas oficiales, se convirtió en un experto en alimentar a diario la paranoia de su jefe con teorías conspirativas.

Este triángulo mental se completa con las ideas de Bullrich, una mujer formada en la violencia de los 70 (“montonera asesina de niños”, según Milei) y en la valoración del Estado como actor central en una sociedad. Ella ya no es la misma que pretendía reemplazar al Estado capitalista por uno socialista, pero en su ADN subsiste la noción de disciplinamiento social propio de las revoluciones de la modernidad. Pudo haber saltado de partido en partido, pero siempre fue coherente en ese pensamiento.

Entender las fuerzas que conviven en la cabeza de este Presidente es un desafío ciclópeo, quizá imposible.

Pero no nos queda otra que intentarlo. Porque de lo que esté pasando allí adentro, dependemos todos.

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