Es lindo verlos. Un disfrute enorme para los espectadores. Tienen un imán que no pierde atracción con el paso del tiempo. Son Luis Brandoni y Soledad Silveyra, dos figuras emblemáticas del espectáculo nacional que por primera vez coinciden sobre un escenario.
¿Quién es quién?, de la dramaturga francesa Audrey Schebat, con dirección de Héctor Díaz, es la obra con la que suben a las tablas del teatro Liceo (Av. Rivadavia 1495), con la producción general de Tomás Rottemberg y Juan Manuel Caballé. La comicidad es continua y el final tiene un gran peso dramático. El humor surge, sobre todo, de los diálogos simples que al principio parecen inofensivos y luego van cobrando fuerza en el duelo verbal entre los protagonistas.
Son ella y él; solo se menciona el apellido en un momento de la obra, pero nunca sus nombres. Porque son ellos, pero podrían ser otros: cualquier pareja con muchos años de convivencia, que después de callar dolores, traiciones y postergaciones, decide hablar.
Al comienzo, ella, con un elegante vestido rojo, está a punto de sacar del horno una colita de cuadril que preparó para sus invitados. El, de traje, espera el devenir de los acontecimientos, cuando recibe un llamado que cambiará el curso de la noche. Mientras, mantienen una conversación sobre ese matrimonio amigo al que invitaron a cenar, y cuando hablan de David y Catalina, en realidad están hablando de ellos mismos.
Porque ¿Quién es quién? plantea temas universales sobre los vínculos de las parejas. El y ella están juntos desde hace treinta años. Igual que el matrimonio que esperan a cenar y que finalmente nunca llegará.
Treinta años de cónyuges y muy pocas palabras; casi no tienen diálogo. Ella dice que él no lo propicia y esa noche, en la que un tema los convoca, ella no quiere perder la oportunidad de hablar: es el momento de dejar de callar, de decir lo no dicho hasta entonces, de rebelarse, de tratar de empezar a entender quién es ella y a la vez, quién es él también: reconocerse detrás de esos roles de marido y mujer.
Descubrir quién es el otro
El título de la obra alude a un juego de descubrimiento. No son los mismos. No encuentran en el otro aquel que fue cuando se conocieron; ni se reconocen a sí mismos. Treinta años alcanzan para que las personas cambien; o se liberen y puedan manifestar aquello que antes no se animaban a mostrar. Rebelarse para revelar la verdadera identidad.
De algún modo, ella encarna una suerte de feminismo o empoderamiento femenino. Y él, un machismo bastante arcaico. Entonces, se enfrentan ella y él, pero también, dos miradas sobre los vínculos. Ella despierta empatía y él, cierto rechazo a su comportamiento; pero Brandoni compone a su personaje dotándolo de una ternura que hace que casi se le perdone todo a la criatura que interpreta.
Nunca es tarde. Y eso lo sabe bien la abogada que compone Solita. El también es abogado y su socio en el estudio es precisamente ese amigo que espera a cenar y por el que toma partido cuando ella empieza a criticarlo y a defender a la esposa de ese hombre, a quien considera su amiga.
Que a él le interesa el dinero, que ella valora cumplir los sueños que alguna vez tuvo. Se echan culpas, se atacan y se defienden. “Estoy hablando de nosotros”, dice ella. “Todas las parejas discuten”, relativiza él. El diálogo entre los personajes de Solita y Brandoni es fluido, tiene una dinámica precisa y cautivante.
Una puesta enriquecedora
La puesta está llena de imágenes que enriquecen a un escenario en el que sus dos protagonistas desarrollan la historia, en el marco de una escenografía que recrea una casa decorada con muy buen gusto: Solita gesticulando con grandes manoplas a punto de sacar la comida del horno, el cambio del vestido por una bata cuando la charla se vuelve de entrecasa o Brandoni explicando en cuántos hemisferios se divide el cuerpo del hombre.
Héctor Díaz entendió cómo imprimirle agilidad a la obra y sacó provecho al máximo de las enormes posibilidades de estos dos indiscutidos grandes artistas. Solita da vida a su personaje poniendo a su servicio su simpatía natural, miradas que parecen buscar la complicidad del público femenino y una presencia escénica que va tomando vigor a medida que su personaje se va liberando de las ataduras de tantos años. Brandoni es siempre efectivo y aporta a su personaje ese don que tiene de decir con aparente inocencia frases cargadas de ironía o, incluso, sarcasmo: el actor expresa de manera brillante la incomodidad que siente su personaje frente a los reclamos de su esposa.
Cuando la mentira es la verdad la conversación toma giros inesperados. No es fácil expresar sentimientos contenidos, tomar coraje para enfrentar al otro, arriesgarse a decirlo todo, confesar lo inconfesable. Por eso, hacen esgrima con las palabras y a veces, hacen trampa como parte de ese juego.
La puesta local de esta pieza -la obra original se estrenó en 2017 en Theatre de París-, incluye modismos porteños (y hasta algún modismo característico de Brandoni, que remite a algunas de sus célebres frases en el cine nacional, como cuando dice que quiere comer “carnecita”) y referencias a hechos como una manifestación en la Plaza de los dos Congresos.
Podría decirse que el final es abierto; la historia parece tener un desenlace, pero no hay certeza de que sea el definitivo. Las risas o carcajadas dan lugar a la emoción, aunque ¿Quién es quién? está hecha a la medida de un espectador que quiere divertirse con dos artistas que saben perfectamente cómo hacerlo. El aplauso final es prolongado y la ovación es grande. Sin duda, lo merecen.
Ficha
¿Quién es quién?
Calificación: Muy buena
Autora: Audrey Schebat Dirección: Héctor Díaz Elenco: Luis Brandoni, Soledad Silveyra Vestuario: Romina Giangreco Escenografía: Lula Rojo Teatro: Liceo (Rivadavia 1499) Funciones: de miércoles a viernes, a las 20.30; sábados, 20 y 22 y domingos, a las 20.