Uruguay tiene mala liga

La opinión de Claudio Hernandez 

 
El primer revés al que voy a hacer referencia se remonta al día en que José Batlle y Ordóñez decidió inspirarse en el modelo francés en lugar del estadounidense.

Batlle, un estadista, de carácter auténtico, cuyas ideas han influido, de una u otra forma, en todos los partidos políticos actuales, y es una figura incuestionable en nuestro imaginario colectivo.

Sin embargo, su promoción de un Estado omnipresente sentó las bases de un estado centrismo cuyas consecuencias sociales, económicas y culturales aún padecemos.

En aquel entonces, el mundo no había sido testigo de los efectos de este camino, pero hoy, un siglo después, los resultados son evidentes.

Jorge Batlle

Bajo el liderazgo de su sobrino nieto, Jorge Batlle, Uruguay tuvo la oportunidad de convertirse en un pionero de la libertad en América Latina. JB era un auténtico liberal, sin embargo, la historia fue ingrata.

A principios del siglo XXI, el país se enfrentó a una de las peores crisis económicas de su historia.

Paradójicamente, fue la “suerte” de que la izquierda no estuviera al mando en aquel momento lo que nos permitió sortearla.

La izquierda al poder

En 2005, la izquierda tomó el timón, mientras se presentaba un contexto regional favorable con huracanes de cola. Durante ese período, el PBI per cápita creció en toda la región, como resultado de un boom en la demanda de commodities, siendo principalmente alimentos que eran demandados desde china.

Por tanto, era de esperar que el impacto iba a ser mayor en los países donde la producción y exportación de alimentos tengan mayor peso en su economía, (80% en el caso de Uruguay).

Si miramos el caso de la soja, entre 1999 y 2014, la superficie sembrada pasó de menos de 10 mil hectáreas a 1.4 millones de hectáreas sembradas (DIEA-MGAP).

Y es importante considerar que, por cada dólar generado por el sector agropecuario, se inyectan 6,2 dólares en la economía nacional (Terra, et al, FAO 2009).

Ahí está el aumento del PBI. Sin embargo, en nuestro país, básicamente se atribuyó este crecimiento sostenido durante varios años a una “gestión exitosa” del Frente Amplio (FA), lo que provocó un enaltecimiento de la figura de Tabaré Vázquez.

Cuando en realidad, fue el resultado de un contexto global favorable y del esfuerzo de los productores, que, sarcásticamente hablando, dudo mucho que se hayan entusiasmado a sembrar por los ajustes que estaba haciendo Astori en ese momento.

Hay un concepto que a Uruguay le va a costar muchísimo tiempo aprender: EL ESTADO NO PRODUCE. El problema radica en que, durante esos años de bonanza, el Estado creció de manera desmedida, aumentando la presión impositiva y el déficit fiscal generando una amenaza para la iniciativa privada.

Cuando la burbuja finalmente amagó con estallar, llegó al poder una coalición de partidos tradicionales que prometía un cambio de rumbo: auditorías, orden en las cuentas públicas y reducción del Estado. Sin embargo, la realidad fue muy distinta.

Lacalle Pou 

El gobierno de Lacalle Pou se encontró con desafíos sin precedentes: una pandemia global y una sequía devastadora. Es tentador especular sobre qué hubiera ocurrido si el FA hubiera estado al mando, lo cierto es que la “derecha” no supo aprovechar los tres años de relativa normalidad posteriores a esos eventos para implementar reformas profundas.

En lugar de reducir el Estado, lo amplió, y el déficit fiscal alcanzó niveles comparables a los de los períodos anteriores cuando gobernaba el FA. Indicador que supo ser el caballito de batalla de la coalición en campañas anteriores.

Pero el fracaso más estrepitoso del gobierno de LLP, fue haber entregado el gobierno a un Frente Amplio radical, que ni siquiera tenía programa o rumbo.

La única “propuesta” que presentaban era básicamente instalar una bomba en el sistema de previsión social del país, condenando a un país que no crece hace 50 años.

En Uruguay ganó caminando una ideología que en el resto del mundo está retrocediendo.  Pero claro, Uruguay, fiel a su identidad, está desacoplado del mundo.

No pudimos siquiera tomar el ejemplo de lo que estaba pasando en Argentina, donde ocurrió algo que solo se puede definir como un milagro, cuando parecía que las cosas iban aún peor que acá.

Pero un año de muestra de resultados económicos brillantes no fue suficiente para ocupar los medios o inspirar a algún valiente a embanderarse con las ideas de la libertad. Uruguay optó no sólo por seguir anclado en el statu quo, sino que prefirió tomar el camino de la izquierda.

Finalmente, el tema que me inspiró a escribir esta columna. El episodio reciente de los fondos de inversión ganaderos, como CG y otros, ha dejado al descubierto una realidad fulminante: una altísima capacidad de inversión local desaprovechada.

Si sumamos los activos, pasivos y rentabilidades de estas empresas, estamos hablando de casi el 1% del PIB. Imaginen el impacto que hubiera tenido este capital si se hubiera dirigido hacia las pymes, activos productivos o incluso como ahorro para inversiones futuras.

Sin embargo, el dinero fluyó hacia esquemas de renta fija de 7-8% o más, hasta 3 veces mayores a las de la ganadería tradicional. Las razones que se discuten son varias: mal asesoramiento a inversores, estafa, desconocimiento del sector, etc.

Pero también hay que considerar que son los valores de rentas que se precisan para progresar en Uruguay. En este país el estado te cobra el 25% de IRAE, el 22% de IVA y donde el combustible cuesta un 100% más debido a los impuestos, donde un emprendedor debe pagar el doble por cada empleado y soportar a una mafia sindical que va a exprimir su margen y tildarlo de enemigo.

Y ahora también, vamos a estar pagando durante años un precio muy caro por el daño que se generó en el verdadero motor de nuestra economía nacional, la ganadería, eso si que es ligar mal. Y todavía, por si fuera poco, aparece la izquierda con su retórica anticapitalista pegándole al libre mercado y promoviendo más regulaciones y burocracia.

Todo indica que seguiremos aplicando el freno de mano al desarrollo con una presión impositiva superior a los valores actuales de 32.7% o seguramente superando el pico de 35.44% en el gobierno del FA en el 2018 (CED).

A su vez, seguiremos profundizando nuestra adicción al déficit fiscal ya que nadie parece darse cuenta de que eso es lisa y llanamente un robo, condenando a futuras generaciones, muchas de las cuales ni siquiera han votado aún, a pagar los caprichos de políticos populistas que solo buscan mantenerse en el poder.

Los uruguayos no parecemos entender que aplaudir a un político es como aplaudir a un cajero automático cuando te devuelve tu propio dinero, y seguimos esperando por un shock de honestidad, transparencia, eficiencia y eficacia por parte del Estado. Pero, por lo visto, no damos con la tecla y tenemos mala liga.

Aparentemente seguiremos encadenados en la caverna con la venda en los ojos por muchos años más. Yo mientras tanto esteré mirando tv, ya con menos esperanza que antes, pero aún expectante a ver si aparece algún personaje extrovertido y despeinado hablando de Hayek.

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