Hay un vértice, un punto en que se unen Lionel Messi, el magnate mexicano Jorge Mas Santos, Javier Milei y Donald Trump. Ese punto es el fútbol. O el majestuoso negocio del fútbol, que desde hace algunos años tiene a Estados Unidos como uno de sus polos globales, con la Copa América del año pasado, el Mundial de Clubes de este año, y el Mundial 2026, posiblemente el sexto y último de Leo.
Trump conoce bien los atajos que otorga el deporte. Cuando tenía 37 años y acababa de inaugurar la megatorre con su nombre en el corazón de Manhattan, todavía no hablaba de aranceles ni de deportaciones de migrantes, sino de las incorporaciones del New Jersey Generals, un equipo de fútbol americano que había comprado en 1983, y que abandonó tres años más tarde envuelto en acusaciones por estafa. Ahora, casi cuatro décadas más tarde, Trump será el anfitrión de los eventos más vistos a nivel mundial. Mañana hará su primer ensayo en el Caesars Superdome de Nueva Orleans, el estadio del SuperBowl Lix entre Kansas City Chiefs y Philadelphia Eagles. Ahí se estima que también estará Messi.
La nueva camiseta del Inter Miami que mostró Milei el jueves, junto a su hermana Karina y los hermanos Mas, dueños del equipo de la Major League Soccer, es la primera ofrenda. No es Messi: es Estados Unidos y una relación entre Trump y Milei que retoma la carnalidad de los noventa. Pero la ofrenda no se trata solo de la relación bilateral, sino también de un metamensaje a la AFA y a la dirigencia que se opone al desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) en el fútbol argentino.
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Guillermo Tofoni, el empresario que le creó las condiciones a Foster Gillett para aterrizar en Estudiantes, habló ayer de esa camiseta del Inter Miami: a pesar de que tenía la 9 –el número que usa habitualmente el uruguayo Luis Suárez–, sostuvo que el rosarino sabía que era para Milei. Además, subrayó que la visita de los hermanos Mas, propietarios del club estadounidense, se enmarcó en una serie de inversiones en el país, aunque sin relación directa con la compra de un equipo argentino.
“Los clubes tienen que poder elegir si quieren el progreso y no aferrarse a los trapos de la pobreza”, dijo Tofoni en el programa Pan y Circo de Radio Rivadavia, con Jonatan Viale. Una tribuna de doctrina, también en estos temas que conforman la “batalla cultural” que pretende dar el Gobierno.
Gillett, que recorre los estadios argentinos con la diputada Juliana Santillán, está conociendo en carne propia la idiosincrasia del hincha argentino. Sobre él circulan dos noticias: la primera, que todavía no le pagó a River por Rodrigo Villagra y a Vélez por Valentín Gómez. La segunda, que ya prepara otro golpe de efecto, y que el encuentro de Milei con Mas podría tener ese fin (entre muchos otros). Gillett y Milei se conocieron el año pasado. Tofoni fue el nexo entre ambos. Hace pocos días, Gillett y los hermanos Mas tuvieron una reunión de negocios por Facundo Farías, el joven futbolista argentino –surgido de Colón de Santa Fe– que jugaba hasta enero en Inter Miami, y que ahora se sumó como refuerzo de Estudiantes. Parte de la ficha de Farías no la pagó Gillett. Esas triangulaciones y negociaciones serán, probablemente, parte de la norma en el fútbol argentino en la Era Milei.
Trump en el Super Bowl
Donald Trump se convertirá mañana en el primer presidente estadounidense en ejercicio en asistir al Super Bowl, en un nuevo capítulo de su tensa relación con la NFL.
Los vínculos de Trump con el deporte más popular de Estados Unidos se remontan a principios de la década de 1980, cuando intentó por primera vez unirse al exclusivo club de propietarios de equipos de la NFL al intentar comprar los Baltimore Colts.
Frustrado en aquella ocasión, pasó a comprar un equipo de la Liga de Fútbol de Estados Unidos (USFL), configurado como alternativa primavera-verano a la NFL otoño-invierno. Posteriormente, Trump fue el impulsor de una demanda presentada por la USFL que acusaba a la NFL de ser un monopolio, con el objetivo de forzar una fusión entre la USFL y la NFL.
Aunque un jurado falló a favor de la USFL de Trump, la liga recibió un pago simbólico en concepto de daños y perjuicios, lo que efectivamente llevó a la liga a decidir cerrar en 1986 en medio de pérdidas multimillonarias.
Mientras tanto, el primer mandato presidencial de Trump fue testigo de una serie de batallas continuas contra la NFL y sus jugadores, en particular después de la decisión de Colin Kaepernick de arrodillarse durante la interpretación del himno nacional de Estados Unidos en protesta por la injusticia racial.
“¿No les encantaría ver a uno de estos propietarios de la NFL, cuando alguien le falta el respeto a nuestra bandera, decir: ‘Saca a ese hijo de puta del campo ahora mismo. ¡Está despedido!’”, rugió Trump en un mitin en septiembre de 2017 en Alabama.