El gobierno festeja el salto en el precio de la soja, pero los productores siguen enojados y reclaman medidas

La buena noticia para Toto Caputo es que en el arranque del año, después de varias semanas de desplome, repuntó en el mercado internacional el precio de la soja -principal producto argentino de exportación- que salió de la zona de u$s360 por tonelada, para ubicarse ahora encima de u$s380, luego de que se supiera que Estados Unidos recortará la previsión de su producción original y que Brasil también podría tener una cosecha inferior a la esperada.

A primera vista, parecería un espaldarazo al programa económico, que justamente tenía como punto débil el riesgo de que la cantidad de dólares que ingresaran al país fueran menos de las previstas como consecuencia de una caída en las materias primas.

De hecho, en las últimas semanas el debate entre los funcionarios del gobierno y los economistas críticos se centró en ese punto: si se estaban haciendo las cuentas con un criterio realista. Y no son pocos los que pronosticaron que el 2025 terminará con un déficit de la cuenta corriente de al menos medio punto del PBI, porque mientras los canales por los cuales se fugan las divisas -importaciones y turismo- tienden a crecer, aquellos que traen los dólares -agro y petróleo- tienen malas perspectivas.

Así que este rebote de la soja está trayendo un inesperado alivio a la hora de proyectar el flujo de divisas para el año. Después de todo, el mercado está proyectando una exportación en torno de u$s83.000 millones, gracias al aporte de una cosecha de 130 millones de toneladas en los principales cultivos.

Pero claro, siempre hay un lado B en las noticias buenas: parte de esa mejora en el precio está vinculada con problemas climáticos que están obligando a recortar la producción. Y uno de los países más afectados por la nueva ola de sequía es Argentina.

De hecho, un reporte del banco de inversión Morgan Stanley revisó a la baja la proyección sojera, desde 52,5 millones de toneladas, a 49 millones.

Por cierto que el número sigue siendo positivo -de hecho, estaría un 3% por encima del promedio de producción registrado en los últimos cinco años. Pero lo cierto es que un número más limitado en el volumen terminaría neutralizando una eventual mejora en el precio de exportación.

Emergencia financiera y debate

A pesar de las buenas lluvias caídas en la zona núcleo pampeana, la posibilidad de un clima seco en regiones del norte del país era algo que ya estaba previsto por los especialistas y que generaba preocupación. Sobre todo, porque hay campos que vienen con perfiles hídricos muy castigados por años consecutivos de sequía. Esto lleva a que un fenómeno «Niña», aun cuando tenga menos severidad que el de años anteriores, se pueda hacer sentir en los rendimientos productivos.

En todo caso, esta situación exacerba el gran debate que se viene dando desde hace meses en el campo, respecto de si hay que vender ahora, asegurando el precio con herramientas financieras en los mercados de futuros, o si hay que mantener el producto guardado en los silobolsas y esperar algún evento -ya sea externo, con una suba del precio, o interno, con una devaluación o alivio impositivo-.

Es un debate de alto voltaje, que se exacerbó por la evidencia de problemas financieros en empresas agropecuarias y las drásticas disminuciones de los márgenes de rentabilidad. En el primer plano de esa discusión aparece la persistencia de las retenciones a la exportación -33% para el caso de la soja- donde, más allá de las promesas de los funcionarios, un recorte parece poco probable, dado que pondría en riesgo la meta de superávit fiscal.

La discusión evidenció la existencia de dos facciones, una liderada por analistas vinculados al sector financiero, que abogan por una gestión más profesional del campo, menos dependiente de licuaciones devaluatorias. En la vereda de enfrente, una serie de productores que se muestran escépticos sobre esos consejos y suelen acusar a las grandes compañías importadoras de una «cartelización» fomentada por el Estado. Desde ese punto de vista, apurarse a vender sólo trae el efecto de una transferencia de recursos dolarizados desde el sector productor a otro con más espaldas financieras.

La pelea ya se había dado en varios momentos del pasado 2024, particularmente en mayo, cuando en contra de todas las previsiones se produjo un alza de la soja. El motivo fue el desastre climático del sur de Brasil, donde las inundaciones recortaron parte de la campaña agrícola. Pero una vez pasado ese efecto de corto plazo, los commodities volvieron a retomar su tendencia bajista.

El factor Donald Trump en la soja

Lo cierto es que durante todo el año pasado la tónica fue una caída, motivada por previsiones de una mayor producción a la esperada en las dos grandes potencias exportadoras –Estados Unidos y Brasil– al tiempo que se temía un freno en la economía china, el principal factor de la demanda global.

Pero hubo además cuestiones geopolíticas que influyeron en el mercado: a medida que avanzó la certeza de que Donald Trump sería el nuevo presidente estadounidense, las previsiones de una caída de commodities se profundizaron, porque la gestión del líder republicano llevaría a una suba de tasas de interés, un fortalecimiento del dólar y un cambio de flujo de capitales. En definitiva, todos los factores que históricamente fueron de la mano con una caída en los precios agrícolas.

En ese momento, hubo analistas que advirtieron que podría darse una suba pasajera en los precios, por el hecho de que China estaba comprando más de la cuenta para conformar un stock de seguridad, previniendo complicaciones si Trump concretaba sus amenazas de una guerra comercial.

Pero la advertencia de los expertos era no confundir una suba temporaria con una tendencia firme de precios, dado que la relación entre el stock y el consumo nunca fue tan alta: hoy, según cifras del departamento de agricultura estadounidense, se registra en el mundo un excedente de 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%.

Alquileres y rentabilidad

Hay, además, otro factor del que se habla poco pero que juega un rol fundamental en el agro argentino, donde la gran mayoría de los productores trabaja sobre campos alquilados: desde hace años rige el criterio de valuar los alquileres en quintales de soja. Y esto ocurre independientemente de cuánto sea el volumen cosechado, o de cuál sea el cultivo elegido por el productor.

Es por eso que no necesariamente una suba en el precio resulte siempre un motivo de festejo para los productores. Si hay menos volumen de cosecha por problemas climáticos, pero el precio está al alza, entonces el factor alquiler tendrá una mayor incidencia dentro de los costos.

Y esto ocurre, justamente, en un año en el que se pronostica una ola de quebrantos, como consecuencia de deudas acumuladas por productores durante el peor período de la sequía. Lo cierto es que los márgenes de rentabilidad están, en algunos casos, ya en la zona roja.

Hay estudios de rentabilidad comparada, como el realizado por Marianela de Emilio, que revelan la gravedad de la situación: en las condiciones actuales, los agricultores argentinos tienen un margen bruto 30% menor que el de sus colegas estadounidenses en el cultivo de soja, y 37% menor para el maíz y el trigo. Cuando, a esas cifras, se aplica el costo del alquiler de la tierra, la rentabilidad del maíz y el trigo desaparece mientras que la soja de los productores argentinos deja un 70% menos que lo que reciben los farmers de Estados Unidos.

En las últimas semanas se había especulado con la posibilidad de que muchos productores sojeros optaran por pasarse al maíz, que había mostrado un mayor sostén en el precio, pero con el factor positivo de que el alquiler se abarataba, porque seguía al precio de la soja. Ahora, este movimiento del mercado obligará a recalcular los números.

Sube la soja, ¿es el momento de vender?

En todo caso, el gran interrogante, como siempre, es cuál será la reacción de los productores. ¿Esta suba del precio será interpretada como un fenómeno temporario y, por lo tanto, puede estimular a que se produzcan ventas masivas para asegurar la cotización? ¿O, por el contrario, confirmará a aquellos que sostienen la tesitura de seguir vendiendo «por goteo» solamente cuando hay necesidad de pagar insumos, y mantener el capital guardado en los silobolsas?

La opinión de los analistas es clara: aun cuando Estados Unidos haya recortado su previsión de área sembrada, hay escepticismo sobre un repunte en el precio de la soja para el resto del año. Más bien al contrario, consideran que son movimientos de corto plazo, en los que aquellos más rápidos de reflejos aprovecharán para hacer la diferencia.

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