Las historias que guardan un compromiso político y social nunca tuvieron contrato de exclusividad con lo que se conoce dentro de los rubros canción de autor, testimonial o de protesta. En la canción de un intérprete melódico puede esconderse la lucha de una mujer que ha sido expatriada por defender la democracia de su país. ¿Acaso la “Melina” que inspiró a Camilo Sesto no lleva detrás un apellido que le corre el telón a una historia de rebeldía y perseverancia?
“Eres fuego de amor, luz del sol, volcán y tierra, por donde pasas dejas huella. Mujer, tú naciste para querer, has luchado por volver a tu tierra y con tu gente”.
Para 1975, cuando se escucharon estas palabras en el disco Amor Libre, Camilo Sesto llevaba varios años de ascendente carrera. Si durante los sesenta el cantante valenciano había probado suerte con diferentes proyectos musicales y películas, desde 1970, con sus producciones en solitario (incluso aquellas primeras, para las que utilizó su nombre real, Camilo Blanes) su vida artística mostraba un crecimiento exponencial. Para 1975, España vivía los estertores del franquismo, luego de varias décadas en las que el país estaba sumido en los designios de Francisco Franco. Comenzaba una nueva era y tanto en el arte como en el espectáculo se vislumbraban con fuerza esos cambios. Camilo Sesto publicó un álbum cuyo título hubiera sido inconveniente una década antes. Amor libre significaba mucho más que su título, era consecuencia de su tiempo. Y allí es donde una canción como “Melina” podía sonar como algo absolutamente natural, sin entrelíneas, aunque las tuviera.
“Tu vida y tu razón es tu país. Donde el mar se hizo gris. Donde el llanto, ahora es canto”.
Desde mediados de la década del cincuenta, Melina Mercouri comenzaba a crear como actriz su catálogo de películas. Serían, hasta 1978, una docena y media de títulos, algunos muy bien recibidos en festivales europeos de cine. También se dedicó a la música. “Hartino to Fengaraki”, escrita por Mános Chatzidákis y Nikos Gatsos, una canción que formaba parte de la producción griega de Un tranvía llamado deseo, que Melina protagonizó como Blanche DuBois, fue el puntapié para una carrera paralela como intérprete que tuvo varios episodios. Incluso, durante su exilio en Francia grabó cuatro álbumes, tres en francés y uno en griego. Otras grabaciones de Mercouri fueron “Athena ma Ville” y “Melinaki”, que resultaron populares en Francia.
Pero además de la pantalla grande y la música, en su vida la política tomaba un rol cada vez más protagónico. Al principio, era una cuestión de familia. Su abuelo, Spyros Merkoúris, había sido alcalde de Atenas, ciudad donde Melina había nacido como Maria Amalia Mercouri, el 18 de octubre de 1920. Su padre fue legislador en el parlamento griego y su tío Giorgios Merkoúris había sido líder del Partido Nacional Socialista Griego.
En ese contexto fue criada, hasta que decidió ser protagonista de acciones políticas, en tiempos en los que la democracia se vio amenazada en su país. De hecho, tuvo que dejar Grecia luego de un atentado.
En 1967, se instaura una dictadura militar conocida como el Régimen de los Coroneles, que se extendió hasta 1974. Lejos de optar por un bajo perfil o dedicarse solo a la actuación, sin emitir comentarios políticos, organizó marchas contra la dictadura, buscó voces fuera de su país para que se hicieran eco de lo que sucedía en Grecia y sufrió por esto la persecución. Sus discos fueron prohibidos, sus bienes, cuando se exilió forzosamente en Francia, fueron confiscados. El 7 de marzo de 1969 encontraron una bomba que había sido instalada en un teatro de Genova donde ella pensaba hablar. El Régimen de los Coroneles le quitó la ciudadanía y ella respondió con una de las frases más famosas que pronunció: “Nací griega y moriré griega. Stylanos Pattakos nació fascista y morirá fascista”.
“En estos años -explicó en una entrevista, recién comenzado su exilio- que han pasado en mi vida, y en el mundo en su conjunto, me interesaron más cosas que me hicieron despertar. Me hicieron menos actriz y menos claustrofóbica. Es decir, menos egocéntrica. Pensé en el mundo, pensé en lo que pasó en algunos países. Pensé, vi a los jóvenes y sus problemas, durante estos años perdí lo que más amaba, mi país. Creo que por ser una artista griega tengo raíces, soy terriblemente sensible a todo lo griego, soy terriblemente sensible a cada color griego o a cada olor griego, o al mar griego y a cada canción”.
Mientras tanto, el gobierno de Pattakos insistía con que el fin que perseguía Melina no era el retorno de la democracia sino la imposición del comunismo en Grecia. De hecho, bajo la premisa de evitar el dominio comunista fue que se había producido el golpe de estado, en 1967, un mes antes de las elecciones democráticas. El 21 de abril de aquel año varios oficiales del ejército encabezados por el coronel Georgios Papadopoulos, el General de Brigada Stylianos Pattakós y el coronel Nikolaos Makarezos, sitiaron la capital de Grecia con 100 tanques y se propusieron que el Ejército tomara el control del gobierno al considerar que habría un alzamiento comunista, y distintas regiones del país. Las juntas de los coroneles dejaron de gobernar Grecia recién en 1974, debilitadas por la invasión turca de Chipre. El restablecimiento de la democracia es lo que se conoce como el comienzo de la Tercera República Helénica.
Con el regreso de la democracia, Melina decidió participar activamente en política. Llegó al parlamento como candidata del Movimiento Socialista Panhelénico. Ya en la década del ochenta se convirtió en la primera ministra de Cultura de Grecia, y tuvo durante su gestión varias acciones relevantes, como el impulso de la Ciudad Europea de la Cultura, designación que comenzó en 1985, con Atenas, y que cambió cada año. Hay candidatas inscriptas hasta 2033.
Durante una entrevista, Mercouri expresaba sus ideas en torno a la gestión cultural que enfrentaba: “La afirmación de Sartre de que “el socialismo es una especie de humanismo” y la posición adoptada de que el cambio social es algo irreparablemente ligado al desarrollo cultural de un país, determinan el objetivo del ministerio. Es decir, el de restaurar una identidad nacional en cuestiones de cultura griega, promover procedimientos democráticos y traer una administración socialista a Grecia, incluidas las partes del país que están fuera del centro. Esta política se refleja en todas las cuestiones de cultura, en los museos, en el teatro, las artes, el cine, la música y la literatura. Los museos se conciben como lugares que instruyen y entretienen, en cuanto a la arqueología, es algo que aporta una especie de autoconocimiento”.
La última diosa griega
Mercouri murió en Nueva York, en 1994, tras agravarse el cáncer que padecía. El 8 de marzo de ese año sus restos regresaron a Grecia y fueron llevados en peregrinación a la capilla de la diócesis de Atenas. Dos días después se realizó la procesión fúnebre en la catedral y luego hubo otra peregrinación que la acompañó a su destino final, el cementerio Proto Nekrotafeio de Atenas. Fue despedida con honores, en el panteón familiar.
Un premio de la Unesco lleva su nombre. Es uno que reconoce a las iniciativas que intenten recuperar paisajes emblemáticos de diversas partes del mundo. Por otro lado, una de sus iniciativas de la época en la que fue ministra de Cultura fue la repatriación de los Mármoles del Partenón. Instalados en el Museo Británico, los griegos llevan décadas pidiendo a los ingleses por su devolución.
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