El veto a la ley de financiamiento universitario encuentra una singular semejanza con la candidatura a la Corte Suprema del juez Ariel Lijo y con el largo derrotero de la Ley de Bases original. El maximalismo le cuesta caro a Javier Milei. En tiempo, dinero y capital político.
Las conversaciones para sostener el rechazo a la norma que dispuso fondos para las universidades se encuentran en esa compleja senda, donde está empantanada la postulación del cuestionado magistrado federal y donde fue amputada la súper norma fundacional. Algo (o bastante) el Gobierno deberá volver a ceder.
Ir por todo, con la rendición incondicional de los oponentes, es una meta ambiciosa que hasta ahora al oficialismo no le está funcionando como pretendía o se ilusionaba con el 56 por ciento de los votos del balotaje y la extensa paciencia social, que, justo ahora, empieza a agrietarse. Los opositores duros, primero, los colaboracionistas, luego, y los aliados, finalmente, pasaron y pasan factura a la intransigencia presidencial.
Las próximas horas serán decisivas para evitar una nueva y costosa derrota en el Parlamento, cuyas consecuencias pueden exceder el impacto en las cuentas públicas.
La negociación para sostener el veto está abierta, pero no tan cerca de cerrarse, como algunos interpretaron ayer al leer el tuit de Mauricio Macri en el que cuestionaba la falta de transparencia en el manejo de los recursos por parte de la dirigencia universitaria. Fue un guiño a medias.
El mensaje del jefe de Pro tenía por fin abrir una rendija pública a la negociación final con un mensaje afín al Presidente en su disputa con la dirigencia del sistema universitario público nacional, pero especialmente con la conducción de la Universidad de Buenos Aires.
No obstante, en las cercanías de Macri rápidamente aclararon que su declaración no significaba un anticipo respecto de la posición de sus legisladores sobre el veto, que la oposición más dura se propone rechazar esta semana en Diputados. Nada es lineal. Ni gratis.
Todavía falta bastante para que Milei pueda dar por descontado el apoyo total del “heroico” bloque de diputados macristas para inmolarse otra vez por su intransigencia. Una decepción para el oficialismo que festejó por anticipado.
“Lo que hizo Mauricio fue desmarcarse y despegarnos de Emiliano Yacobitti-Martín Lousteau y de los kirchneristas con los que el Gobierno y su aparato de propaganda quiere pegarnos para que nos rindamos. Pero no hubo una bajada de línea sobre lo que debe hacer el bloque. Está esperando respuestas del Gobierno, después de la reunión que tuvo con Santiago Caputo. Así que esperamos que hoy nos den señales desde la Casa Rosada, antes de la reunión de bloque de mañana”, afirma una de las voces más representativas de Macri en Diputados.
El expresidente, además, se propone sacar algún provecho estratégico de su dedicación part time a la conducción política. “Yo ahora me voy 15 días, así que hablen con Cristian [Ritondo, jefe del bloque de diputados de Pro] y arreglen todo”, le dijo a Caputo, el asesor. La delegación y su funcionamiento a corriente alterna le da margen al expresidente para demorar compromisos y para revisar principios de acuerdos de sus delegados. Un activo ante las urgencias oficiales.
Por otra parte, al fijar posición respecto de la transparencia en la gestión de los recursos públicos le dice a sus bases que no está traicionando sus principios y, al mismo tiempo, le da señales a la conducción universitaria, sobre la que tiene tantos juicios negativos como prejuicios. “Si quieren nuestro apoyo que se dejen controlar. Pero no lo van a hacer porque son emires, no rectores”, le ha dicho a sus leales. ¿Qué dirán de esa peyorativa caracterización los jeques árabes que son sus amigos y socios?
El mensaje tiene como principal destinataria a la UBA, donde manda Yacobitti, cuya reticencia a la revisión de contratos y convenios lo caracteriza. Es una de las universidades que componen los dos tercios de las casas de estudios nacionales que aún no suscribieron el acuerdo con el Gobierno para intensificar las auditorías.
El desfiladero por el que transita Pro lo obliga a moverse con más pericia política y sutileza que la que lo ha caracterizado para no ser subsumido por el Gobierno con el riesgo de perder el capital que todavía le queda. O, por otra parte, terminar al lado del dúo formado por el vicerrector de la UBA y el senador radical o cerca del kirchnerismo y el sindicalismo, a quienes sus bases repelen. Eso intenta, con no pocas limitaciones.
La delicada situación, agravada por su debilidad legislativa, también exige al Gobierno, que necesita de los votos macristas en el Congreso, a ser más concesivo de lo que quisiera. Además, todavía no ha logrado mostrar que tiene asegurado el apoyo de alguno de los “héroes” de los otros bloques que respaldaron el veto a la ley previsional.
De continuar avanzando a los empujones, el oficialismo corre el riesgo de que algunos aliados terminen cayendo lejos de ellos y permitan sumar las voluntades que hagan caer el veto a la ley de financiamiento universitario. Real politik. Algo que a los libertarios no le ha faltado para negociar y acordar con representantes de las castas política, sindical, empresarial y judicial. Pero en algunos asuntos no asoma. Ya sea por convicción, por estrategia o por prejuicios.
El argumento, a modo de amenaza, de que los (ex)votantes del macrismo ya son votantes mileístas es más que otra exageración libertaria. Es un error de procedimiento, porque hasta que esos electores se pronuncien efectivamente todavía falta casi un año. Mientras tanto, Milei necesita gobernar. El Congreso, el Poder Judicial y el sistema federal siguen funcionando y no se encuentran en el tolerante estado de excepción que domina en la opinión pública.
A las restricciones institucionales que enfrenta el decisionismo presidencial se le suman las propias debilidades, disfuncionalidades y conflictos internos del equipo de gobierno y del espacio político libertario.
En ese terreno, el expansionismo de Caputo (el gurú) genera cada día nuevas rispideces, que parecen estar cerca de estallar. La paciencia de algunos funcionarios importantes está llegando a su límite y no los compensan los apoyos que Milei les dispensa para contenerlos.
El súper asesor presidencial es el objeto de demasiados malestares y demandas tanto de respuestas como de corrección de procedimientos. Afuera y adentro del Gobierno.
La reunión que mantuvo con Macri fue la coronación de la saturación que está generando. Así se lo hizo saber el expresidente. Pero también el encuentro desató nuevas molestias internas. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que viene dejando girones para darle viabilidad a muchas medidas cruciales del Gobierno, volvió a quedar desairado.
“Yo me enteré de la reunión por los medios, mientras tenía que negociar con los macristas y otros bloques en el Congreso. Así no se puede seguir. Tenemos que ordenarnos y yo lo voy a plantear esta semana. Uno puede admitir que a Santiago le falta experiencia, pero todo tiene un límite”, le dijo a algunos íntimos Francos, sin alterarse (como es habitual en él), aunque con manifiesto hartazgo.
El jefe de Gabinete quedó doblemente en offside. No sólo era desautorizado por enésima vez por la interferencia de Caputo sino que, al mismo tiempo, Macri le reclamaba a él por WhatsApp por haberlo cuestionado públicamente mientras él se dispuso a negociar con el gurú.
Francos había criticado que Macri se quejara de la inefectividad de “la sociedad de la milanesa”, que habían compartido expresidente y Presidente con pocos resultados positivos para el submarino amarillo, al que el oficialismo disfruta de ver en el fondo del océano. Como suele ocurrir, las aclaraciones por chat disiparon poco los malentendidos.
Las expectativas de que el planteo del jefe de Gabinete produzca algún orden interno son escasas, incluso para el mismo Francos.
“Javier es muy particular. Lo banca tanto a Santiago, como a mí, que tengo visiones muy diferentes a las de él, o a Sandra [Pettovello, que considera a Caputo su enemigo]. Pero no puedo dejar de decirlo. No es bueno para el Gobierno. Y yo me lo tomo con calma para no enfermarme”, se sinceró el ministro coordinador.
Algunas fuentes que conocen a Francos desde mucho antes de que se sumara a la aventura mileísta creen ver algunas señales en el intenso relacionamiento que despliega en el mundo diplomático, como si deseara ocuparse más de las cuestiones internacionales que de los problemas domésticos, en los que padece con frecuencia el fuego amigo.
“Guillermo intenta consensuar con sectores afines al Gobierno para darle sustentabilidad y viabilidad a sus políticas, pero hay demasiados talibanes que lo complican”, sostiene una de las personas que más lo conoce.
“Todo esto pasa porque al Presidente no le gusta dedicarse a los temas políticos. Él cree que si se ordena la macroeconomía todo lo demás viene por añadidura. Es probable que esto sea así más adelante, pero mientras tanto produce mucho desgaste”, describe un conspicuo ocupante de la Casa Rosada, sin ánimo valorativo y con un dejo de resignación, a la espera de que se alineen los planetas.
Así como con el veto a la ley de aumento a las jubilaciones, que los funcionarios más moderados del Gabinete aconsejaban fuera parcial, también en el conflicto universitario hay posiciones menos radicales.
Los que están en este bando defienden el veto no solo por el costo para el Tesoro que tendría la ley de financiamiento de la educación superior, sino, además, por cuestiones formales, como la colisión con disposiciones de la ley de administración financiera y el reglamento del Senado, por no contemplar su impacto fiscal y su fuente de financiamiento. No obstante, consideran que ante el deterioro de los salarios de docentes y no docentes se podría asignar un mayor incremento que el ofrecido para desactivar el conflicto.
“Yo creo que sería una buena estrategia darle algún punto más de aumento. Lo más probable es que los representantes gremiales lo rechacen, pero no les va a ser fácil sostener la presión de las bases, que quieren una recomposición urgente”, admite un colaborador del Presidente. Fracturar el vínculo con los representados y dividir a la dirigencia gremial de docentes y no docentes está en el subtexto de esa posición. Este lunes podría haber novedades.
En esa misma línea se ubica el macrismo. “Tienen que dar señales de que están dispuestos a desescalar el conflicto y no echar más leña al fuego. Pero también tienen que comprometerse a cambiar la forma de funcionamiento. No pueden seguir tomando decisiones como quieren con la pretensión de que nosotros en el Congreso oficiemos de escribanía y se las avalemos sin ninguna discusión previa”, dice una de las figuras legislativas amarillas que debe ocuparse en cada sesión de la dura tarea de sumar voluntades.
El problema subyacente es que el Gobierno no está dispuesto a hacer concesiones porque las considera claudicaciones. Pretende doblegar a los macristas y teme perder el atributo de la disrupción y la intransigencia. Mientras tanto, los seguidores de Macri ven en riesgo su supervivencia ante cada donación de sangre. Si no encuentran una diagonal puede resultarles demasiado costoso a ambos. Las líneas contradictorias que habitan dentro del Gobierno y la desconfianza creciente entre las partes hace todo cada vez más difícil.
En la disputa por el rechazo o la reafirmación del veto a la ley de financiamiento universitario se juega algo más que un 0,14% del PBI o un tercio del superávit fiscal que logró el “mayor ajuste de la historia de la humanidad”.
Al Gobierno, la intransigencia puede salirle, otra vez, muy cara.
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