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Cuando Mariana Godoy tenía 22, años sentía algunos dolores en el pecho, aunque los estudios cardíacos que le realizaron daban normales y los médicos lo atribuían a que podía ser por estrés.
Sin embargo, una tarde de julio de 2011, estando en la facultad, tuvo que salir del aula varias veces a toser para no molestar a sus compañeros. Durante los días siguientes sintió cansancio, fatiga y tuvo febrícula.
“Como era invierno no le presté mucha atención y se lo adjudiqué a eso. El pecho me seguía doliendo y ya no podía dormir del lado izquierdo. A fines de agosto, de rutina, nos hicimos análisis de sangre con mi hermana gemela. Siempre nos daban muy similares, pero en esa oportunidad todos mis valores estaban alterados”, recuerda Maru.
En ese momento le indicaron que se realizara una placa de tórax, sospechando que podía tener neumonía o, incluso, tuberculosis.
“Necesitaba información”
“Esto es un linfoma de acá a la China” le dijo la neumonóloga no bien vio el estudio. Y la mandó de urgencia a hacerse una tomografía. A los pocos días le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin estadío 2, un tipo de cáncer que aparece en los ganglios linfáticos.
“Tenía una incertidumbre total, estaba desorientada, necesitaba información. Yo no tenía ningún antecedente de tener problemas de salud, ni siquiera me habían operado en 22 años. No tomaba alcohol ni drogas, no tenía sobrepeso, ningún factor de riesgo en mi estilo de vida”.
En menos de un mes, Maru ya estaba arrancando su primera quimioterapia (6 ciclos, 12 sesiones, una cada dos semanas durante seis meses).
“En algún momento pensé en la muerte. Por más trillado que parezca, recuerdo entre quimio y quimio estar sola en una plaza, me daba el sol en la cara, escuchaba los gritos y risas de chicos jugando y se me cruzó por la cabeza que podía ser una de las últimas veces que iba a tener esas percepciones. Lo disfruté igual, fue como una despedida, pero también una revelación de los afortunados que somos teniendo salud y no nos damos cuenta de lo hermoso de lo cotidiano”.
Maru dice que estaba con todos los prejuicios e ideas previas sobre el cáncer como un sinónimo de muerte. Y aunque muchas personas le decían que su tratamiento iba bien, por momento ella veía todo negro.
“Siento que transité una oscuridad importante esos meses, me terminé de dar cuenta en el 2020 cuando, de casualidad, encontré un mail que le había mandado en esa época a una amiga y era muy oscuro, negativo, con mucho miedo, hasta desconfiando de que me estuviera yendo bien. Efectivamente, iba todo bien, pero fue muy difícil asimilarlo. Mi psicooncóloga, que es mi terapeuta hasta el día de hoy, me acompañó en todos mis procesos, me explicó muchas cosas desde lo emocional que quizás los médicos no le dan tanta importancia. Pudo prestarme palabras para que yo pueda ir elaborando toda esta situación tan abrupta y traumática en ese momento”.
Una vez que terminó con las quimios, le indicaron 20 sesiones de radioterapia. El 4 de julio de 2012 terminó con los rayos, pero tuvo que esperar hasta el 16 de ese mes para hacerse el PET, que arrojó que, por fin, había logrado la remisión de la enfermedad. Desde entonces, se hace controles cada seis meses.
En medio del tratamiento Maru se acercó como voluntaria a La Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA), que trabaja dando a conocer información, creando espacios de encuentro y ofreciendo orientación a pacientes con Linfomas, Síndromes Mielodisplásicos y Mielofibrosis, para fortalecer el conocimiento sobre estas enfermedades, brindando contención y contribuyendo así a mejorar la calidad de vida de las personas que conviven con las mismas.
Y desde que se recibió de psicóloga y se especializó en psicooncología brinda ayuda a otros pacientes. “Significa un hermoso reconocimiento de parte de ACLA porque sienten que puedo acompañar a otras personas a transitar etapas de la enfermedad, una muestra de confianza enorme a nivel personal y profesional. Desde ACLA, hacemos talleres gratuitos de apoyo emocional, sabemos que lamentablemente no todos los pacientes pueden acceder a un psicooncólogo y, de paso, se ponen en contacto con otras personas que atravesaron o atraviesan lo mismo”.
“Desde que es parte de ACLA, Maru viene demostrando una vocación de servicio. Su empatía y su calidez lograron que cada vez vengan más personas a las reuniones que organizamos”, sostiene Haydee Alicia González, Presidente de ACLA.
Hace 13 años que Maru recibió su diagnóstico, casi cuatro que está en pareja con Juan Ignacio y se encuentra transitando su primer embarazo. “Termina siendo el triunfo de la vida. Como le dije a mi médico cuando le conté del embarazo, esto no hubiera sido posible si yo no me hubiera curado, sin eso mi hijo no existiría, la vida insiste una y otra vez”, se emociona.
-¿Cómo te imaginas como mamá?
-Espero que lo más relajada posible, jaja. A priori, la idea es poder transmitirle a mi hijo la importancia de lo emocional y que desde chiquito vaya adquiriendo herramientas para tener inteligencia emocional, veremos qué podemos hacer. Es varón y ya se llama Santiago. Curiosamente algunas pacientes me han transmitido que cuando se curen, querían ir a hacer el Camino de Santiago, así que también el nombre adquiere cada vez más significado para mí.
Un mensaje para quienes están transitando una enfermedad similar a la suya
“No somos el diagnóstico que nos dan, sino lo que hacemos con eso. Hay vida más allá de un diagnóstico y es importante que sepan que tienen derecho a informarse sobre sus tratamientos y enfermedad. Y que si tienen dudas hagan interconsultas con otros médicos y que siempre se queden con quien más responda a sus preguntas. Por ultimo, no descuidar los aspectos emocionales”, dice Maru.
-¿Con qué soñás?
-Con poder criar a un hijo feliz y que buena persona, estar siempre para él y en asentarnos cada vez más y mejor con esta nueva familia que estamos formando. Además, como siempre, seguir viajando y trabajando como psicooncóloga, que es lo que verdaderamente me gusta y me hace bien. Ojalá siga teniendo salud para todo eso.