La apasionante historia de la Gallinita, la golosina que nació en el interior de Córdoba

Sin dudas las “Gallinitas” marcaron a varias generaciones de niños argentinos. Nacieron en Alta Gracia, en una piecita, y desde allí se multiplicaron hasta llegar a todo el país. Desde la “ciudad del Tajamar”, y con garra emprendedora, Hugo Pugliese creó este producto que se transformó en un ícono en los quioscos argentinos.

Al igual que las “tutucas” (maíz inflado) que también nacieron en Córdoba, en este caso en La Falda; las “Gallinitas” Pío Pío se ganaron el cariño de niños y adultos que crecieron con estas golosinas.

Según cuenta el portal Cosas Nuestras, hace más de 50 años Alta Gracia vio nacer a este producto.

Hugo Pugliese y su esposa, creadores de la Gallinita.
Hugo Pugliese y su esposa, creadores de la Gallinita.

La historia de la Gallinita Pío Pío en Alta Gracia

“Antes de las gallinitas empezamos con las mielcitas, en una piecita en calle Mansilla. Eran esos sachets chiquitos que se vendían en tiras. Yo luego empecé a trabajar en Terrabusi y en ese interín, empezamos a hacer las gallinitas”, recordó Pugliese. Los dos inventos fueron muy exitosos.

“Los inicios se remontan a unos 50 años atrás. La fábrica de gallinitas la empezamos en un galponcito al fondo de casa. Al principio fue un parto que solo un loco como yo podía encarar. Era un proceso muy artesanal que de arranque nomás hizo que tuviera 15 chicas trabajando en la fábrica. Nos contó muchísimo encontrarle la vuelta, hasta que lo logramos a puro ensayo y error”.

Un excocinero de Arcor, de apellido Sosa, fue quien le enseñó parte del secreto de las gallinitas, más la impronta de Hugo Pugliese, quien inventó máquinas para acelerar el proceso de producción.

“Tuve que aprender desde mecánica, ingeniería y hasta química para poder llevar adelante todo. Con el tiempo fuimos reduciendo tiempos de fabricación y llegamos a hacer hasta 50.000 gallinitas por día. Y no hacíamos más porque no nos daban los espacios ni las máquinas”, recuerda.

Para hacer funcionar una golosina tan chica y tan barata había que hacer muchas cantidades.

La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)
La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)

“Nuestro mercado estaba en casi todo el país. Por ejemplo, cuando hacíamos la gira de venta arrancábamos para Jesús María y el norte de la provincia y seguíamos por Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy, bajábamos por Catamarca y La Rioja y volvíamos por Carlos Paz. Además, otras provincias también. Llegábamos hasta las cataratas y hasta Bariloche, por decirte.Una semana salía el vendedor y a la siguiente íbamos con dos colectivos para entregar. Teníamos dos coches de esos “camellos” que usaba la Chevallier. Había que cubrir una cifra importante de ventas para cubrir los gastos. Fue algo de mucha perseverancia. Si no, nadie hubiera aguantado”.

Hugo trabajaba en Terrabusi, pero con las gallinitas comenzó a crecer. “Llegamos a tener hasta 45 chicas trabajando, más los preventistas. Con el tiempo nos fuimos ampliando a un galponcito más grande al fondo de casa. Allí pusimos las nuevas máquinas para los otros productos que empezamos a hacer”, agregó.

También llegaron los juguitos

“Arrancamos con los heladitos de invierno. Después los bocaditos bañados en chocolate. Hacíamos hasta los envases. Se fueron sumando muchas otras golosinas como los alfajores (que no anduvieron), los bombocitos de licor bañados en chocolate, el chocopito (una tapita de alfajor con un chorro de dulce de leche y bañado en chocolate). Y no nos olvidemos de los juguitos en sachet, que fueron todo un éxito. Si hacía 50 mil gallinitas por día, llegué a hacer 100.000 juguitos diarios”.

“Fue una cosa de locos. No creo que haya habido otro producto con ese nivel de ventas. Me lo pedían de todos lados y llegué a tener hasta 7 máquinas “sacheteras” para poder dar abasto. Y de mayor tecnología, claro. En este caso, también fue ensayo y error hasta que logramos hacer andar las máquinas nuevas y empezar a producir. Desde marzo a agosto yo vivía de los demás productos, desde setiembre u octubre, me dedicaba a los jugos (había cinco gustos: naranja, frutilla, limón, ananá y cola). Había que trabajar las 24 horas porque la temporada de juguitos era muy corta y había que hacerla rendir al máximo”, agregó.

La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)
La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)

Se fundió en el año 2001

“Como ya no cabían más las máquinas en el galponcito, me fui a la esquina de Dalinger y Lepri. Le compré el lugar a Danilo Bonamici, que tenía ahí su taller. Ahí estuve hasta que me fundí totalmente, en 2001. Algunas de las chicas pasaron a trabajar para quien me compró la fábrica, otras se quedaron sin trabajo, pero todas cobraron lo que debían cobrar. Me quedé sin una moneda, pero nadie salió perjudicado. Como fuera, pagué a todos y me tuve que reinventar”, dijo a Cosas Nuestras.

Nuevo rubro

Luego, Pugliese se dedicó a otro rubro: el de la madera.

“Me dediqué a hacer molduras de madera. Vendí un auto, pedí un crédito y compré una máquina. En poco tiempo, y con 5 empleados, gané más que en toda mi vida. Tenía el galpón en la calle 24 de Septiembre, pasando el puente”.

“El secreto de todo esto fue tener productos que no competían con nadie. Las grandes fábricas no los hacían porque era casi todo artesanal. No tenía ninguna competencia. Era la forma más difícil de hacer, pero lo más sencillo de vender. Siempre les decía a los vendedores que “los comerciantes chicos, para nosotros eran los grandes”.

Luego agrega el sitio: Hoy, a más de dos décadas de haber vendido su fábrica Hugo Pugliese recuerda una y mil anécdotas de su emprendimiento. “Yo elegí la más difícil y mal no me fue”, nos dice mientras se apoya en la compañía de siempre de Elisa, su esposa. “Y pensar que todo lo empezamos junto a ella y una ollita”.

La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)
La fábrica de la Gallinita Pío Pío. (Cosas Nuestras Alta Gracia)

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