WASHINGTON.- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, desplegó una amplia y enérgica defensa de su presidencia en su tercer discurso sobre el Estado de la Unión en el Congreso en un intento por revertir su impopularidad, y convencer a un electorado escéptico de los beneficios de sus políticas y de su capacidad para llevar las riendas del país a que le otorgue otros cuatro años en la Casa Blanca, y le niegue el retorno al poder a Donald Trump.
Una y otra vez, y en varios de los tema que tocó en un discurso de alrededor de una hora, ya sea la guerra en Ucrania, la defensa de la democracia, la crisis en la frontera o su visión para el país, Biden se diferenció de Trump, a quien vinculó al odio, la xenofobia, resentimiento, venganza y retribución. Nunca lo mencionó: simplemente lo denominaba “mi predecesor”.
“Sé que puede que no lo parezca, pero he estado acá por un tiempo”, bromeó, al referirse a su vejez, un lastre político que buscó transformar en un activo: “Y cuando llegas a mi edad, ciertas cosas se vuelven más claras que nunca. Conozco la historia americana. Una y otra vez he visto la contienda entre fuerzas en competencia en la batalla por el alma de nuestra nación. Entre aquellos que quieren devolver a Estados Unidos al pasado y aquellos que quieren mover a Estados Unidos hacia el futuro”, dijo, en una clara referencia a Trump.
“En mi carrera me han dicho que soy demasiado joven y demasiado viejo. Ya sea joven o viejo, siempre supe lo que perdura”, cerró.
Lanzado en su última carrera por la Casa Blanca y cuando faltan ocho meses para las elecciones generales, Biden se enfrentaba a un desafío singular al pararse en el atril de la Cámara de Representantes del Congreso, delante de los congresistas y senadores, los nueve jueces de la Corte Suprema, el Estado Mayor Conjunto y casi todos los miembros de su gabinete: dar vuelta la opinión de los norteamericanos sobre su presidencia y sobre sí mismo, y convencerlos de mantener el rumbo trazado por su administración.
Al final de su mensaje, Biden se fue del Congreso con una sonrisa y una sensación de misión cumplida, tomándose un rato largo para saludar y charlar con los legisladores demócratas.
Para los estándares históricos de la presidencia norteamericana, Biden ha tenido un gobierno relativamente exitoso: la economía esquivó una recesión, sumó 15 millones de empleos desde que asumió, los salarios mejoraron –ya están arriba del nivel que tenían antes de la pandemia–, y la inflación, luego de marcar un pico en 40 años, ha bajado sustancialmente. A ese desempeño de la economía se suman logros legislativos, como la ley de infraestructura –la Casa Blanca dijo que hay en marcha 47.000 obras en 4500 comunidades en todo el país–, la ampliación de la red de cobertura social, o la primera legislación para combatir el cambio climático.
Pero una amplia porción del electorado cree que Estados Unidos va en el rumbo equivocado, y Biden es un presidente altamente impopular, más impopular, de hecho, que su rival, Donald Trump. Biden arranca su última campaña con uno de los índices de aprobación más bajos de la historia para un presidente en el último año de su primer mandato. Y su vejez ha generado serias dudas y cuestionamientos en el electorado.
Ante ese panorama, la Casa Blanca lanzó en la previa del discurso una ofensiva mediática y varios asesores de Biden insistieron en la previa de su discurso en promover los “logros históricos” de su gestión. Su vocera, Karine Jean-Pierre, dijo que Biden “ha logrado más en los primeros tres años que lo que la mayoría de los presidentes han logrado en dos mandatos”, y su principal asesora económica, Lael Brainard, se preocupó por marcar el contraste con el fin de la pandemia al afirmar que Biden lideró la mejor recuperación del último medio siglo.
“Estábamos en medio de una pandemia devastadora, decenas de millones de estadounidenses estaban desempleados, cientos de miles de pequeñas empresas corrían el riesgo de cerrar y las cadenas de suministro estaban gravemente rotas”, enumeró Brainard en una llamada con periodistas. “Desde entonces, el plan económico del presidente Biden ha propiciado la recuperación más sólida en más de 50 años”, graficó.
Para los críticos de Biden, con Donald Trump y casi todo el Partido Republicano al frente, la presidencia de Biden ha sido un fracaso rotundo, la gente está peor que hace cuatro años –cuando el mundo recién entraba en lo peor de la pandemia– y Estados Unidos está en franco declive. La crisis en la frontera con México, donde se han roto los récords de arrestos de inmigrantes indocumentados que llegan desde América Latina, se ha convertido en un calvario político para los demócratas, y en una de las críticas más frecuentes de los republicanos.
Ante esas críticas, Biden respondió con una férrea defensa de su gobierno, marcando cada vez que pudo un claro contraste con Trump.
“Llegué al cargo decidido a llevarnos a través de uno de los períodos más difíciles en la historia de nuestra nación. Y lo hemos logrado”, dijo.
“No sale en las noticias, pero en miles de ciudades y pueblos, el pueblo estadounidense está escribiendo la historia de la recuperación más grande nunca contada. Así que contemos esa historia aquí y ahora. El resurgimiento de Estados Unidos está construyendo un futuro de posibilidades, construyendo una economía desde el centro hacia afuera y desde abajo hacia arriba, no desde arriba hacia abajo, invirtiendo en todo Estados Unidos, en todos los estadounidenses, para asegurarnos de que todos tengan una oportunidad justa y no dejemos a nadie atrás”, describió.
Decidido a confrontar con los republicanos, Biden prometió restaurar la garantía al acceso al aborto, propuso ampliar sus políticas sociales, y elevar impuestos a los multimillonarios y a las grandes corporaciones para crear un esquema tributario más equitativo. Pero uno de los tramos más enérgicos de su mensaje fue sobre la crisis en la frontera, una papa caliente que Biden tomó con las dos manos. Biden fue al choque directo con el discurso xenófobo de Trump.
“No demonizaré a los inmigrantes diciendo que ‘envenenan la sangre de nuestro país’, como dijo en sus propias palabras. No separaré familias. No expulsaré a la gente de Estados Unidos por su fe”, dijo.
Más allá de la realidad del país, una de las razones que suelen esgrimirse para explicar el derrape de la popularidad de Biden es que se trata de un destino ineludible para cualquier presidente, más aún en tiempos convulsionados donde la realidad se palpita a través la vorágine de las redes sociales. Fuera de las fronteras de Estados Unidos, Biden debió lidiar, primero, con la invasión de Rusia a Ucrania, y luego con el ataque de Hamas a Israel, y la contraofensiva israelí en la Franja de Gaza, que ya ha dejado más de 30.000 muertos.
A sabiendas de que su apoyo a Israel –una política de Estado en Estados Unidos– le ha costado una fracción del respaldo en su propia coalición, además ser acusado de “genocida”, Biden reservó uno de los principales anuncios de su discurso al conflicto en Medio Oriente.
Biden anunció una misión de emergencia para establecer un puerto en el Mediterráneo, en la costa de la Franja de Gaza, que pueda recibir grandes barcos que transporten alimentos, agua, medicinas y refugios temporales.
El mandatario se quedó con otro anuncio en la manga: un alto al fuego entre Israel y Hamas, un giro que reclaman todas las protestas a favor de los palestinos en Estados Unidos y el resto del mundo, y en el que su administración ha invertido tiempo y esfuerzo. “El camino hacia un alto el fuego es sencillo”, dijo un funcionario de la administración demócrata, y apuntó contra Hamas por la demora: “Hoy podría haber al menos un alto el fuego de seis semanas si Hamas acepta liberar una categoría definida de rehenes vulnerables, incluidos mujeres, ancianos, enfermos y heridos. Ese acuerdo está sobre la mesa ahora y lo ha estado durante más que la semana pasada”.
Tal como suele ser su costumbre, también se preveía que Biden ofreciera en su mensaje un llamado a dejar las diferencias de lado y mirar el futuro con optimismo, reiterándole a Estados Unidos que no hay absolutamente nada que el país no pueda lograr si se mantiene unido. Un mensaje de unidad en una era de grieta profunda, que por momentos parece irreparable.