Faltaba un día para el debut en la legendaria gira por Sudáfrica en 1965, la que significó el bautismo de los Pumas. Los jugadores del seleccionado argentino se aprestaban a entrenarse en el Police Grounds de Salisbury, escenario del partido ante Rodesia. Roberto Cazenave, fullback y pateador del equipo, ingresó en el campo de juego calzando unos flamantes botines Sacachispas. Al verlo, uno de los entrenadores, Ángel “Papuchi” Guastella, perdió por unos instantes su don de la serenidad: “¡¿No trajiste otros botines?!”, lo retó. Cazenave fue sincero: “No tenía un mango y antes de viajar compré los más baratos que había”. Sin perder un minuto, Guastella lo llevó a recorrer la ciudad en busca de botines: compraron unos Adidas, que en la Argentina eran un lujo. Aquí, en esa época, se usaban los Fulvence o los Conti, que se fabricaban en Rosario.
El día del test, Bobe Cazenave no podía ni pisar con esos botines que le apretaban los pies por todos lados. No se quejó, pero falló casi todos sus envíos a los palos, muchos de ellos factibles. Aunque anotaron cuatro tries contra uno de su rival, los argentinos perdieron ese encuentro del debut 17-12. “Con haber metido un penal de tantos que tuve y todas las conversiones, hubiésemos ganado. Al otro día todos los diarios decían que los argentinos habían perdido por culpa del pateador”, se sonreía Cazenave cuando recordaba aquel episodio.
Al final de la gira, con sus botines Adidas sudafricanos ya acomodados, el fullback fue, después de Eduardo Poggi, el goleador del equipo (43 tantos) y el único que completó los cuatro casilleros del score: 2 tries, 4 penales, 11 conversiones y un drop. Jugó 11 de los 16 partidos y fue el 15 del encuentro que marcó a fuego la historia del rugby argentino: el del 19 de junio de 1965, cuando los Pumas originales vencieron a los Junior Springboks por 11-6, en el viejo Ellis Park de Johannesburgo.
Roberto Eduardo Cazenave partió el domingo. Había nacido el 8 de mayo de 1941. Fue un dúctil y elegante back, con buenas destrezas, seguro en las pelotas a cargar y con un kick largo y preciso. Sus dotes como jugador lo llevaron a ocupar tres puestos distintos en su paso por el seleccionado argentino: fue fullback, apertura y wing. Jugó seis partidos internacionales para los Pumas, el último en el segundo de la serie con Gazelles, en GEBA, en 1966. En 1970 salió campeón con su club, el SIC, en el que también fue, de algún modo, uno de los originales, porque participó del grupo que le abrió las puertas como entrenador-formador a Francisco “Catamarca” Ocampo, iniciando así una era dorada en el SIC. A la vuelta de la gira de 1965 con el seleccionado se recibió de ingeniero. En 1962 fue invitado por el CASI para formar parte del plantel que realizó la primera gira por Europa. Allí forjó una amistad que siguió en el seleccionado y luego en el tiempo con Manolo Beccar Varela. Siempre llegaban juntos al almuerzo que todos los años celebran los integrantes de ese equipo.
Si Guastella perdió aquella vez por un instante su don de la serenidad, Bobe (un apodo con el que le inmortalizaron sus hermanos cuando en un papel firmó “Boberto”) nunca perdió el suyo de la amabilidad. Siempre sonriente, de buen humor, afable, conversador y con un buen trato con cualquiera como si lo conociera desde toda la vida. Como señaló uno de sus compañeros de los Pumas del 65, jamás se lo escuchó hablar mal de alguien. Cuando lo entrevisté en uno de los salones del SIC para un libro (“El Rugido”) que intentó retratar aquella gira fundacional, en un momento contó su molestia porque al volver de Sudáfrica sintió que aquel equipo era menospreciado y hasta criticado por una parte del rugby doméstico. Pero cuando esa molestia notó que iba en aumento, rápidamente cambió el eje y dejó en claro lo agradecido que estaba por haber sido parte de esa epopeya.
Cazenave y Guilermo Illia, otro de los Pumas del 65, habían nacido el mismo día. Se decían “mellizos”. Illia, “El líder”, partió el 20 de enero, 33 días antes que su “mellizo”, amigo y compañero de los Pumas originales.