En Argentina, cada 4 de marzo se celebra una jornada especial: el Día del Hermano. Ejemplos mundialmente conocidos de estos vínculos y su complejidad incluyen, por ejemplo a William y Harry Windsor tras la renuncia del joven príncipe a su título real; a las fuertes peleas mediáticas de Liam y Noel Gallagher; a Olivia De Havilland y Joan Fontaine, dos hermanas actrices que se distanciaron tras competir en la misma terna del Oscar a la mejor actriz en 1942; a María y Ana Bolena, dos jóvenes enfrentadas en su objetivo por ser la mujer del rey Enrique VIII. Desde personajes históricos a estrellas del espectáculo, deportistas y ciudadanos desconocidos… la lista podría ser infinita.
¿Qué tienen en común los mencionados? Vínculos conflictivos. Algunos se retrotraen a la infancia, otros se despiertan de golpe en la adultez, en algunos casos se convierte en el trato normal y diario entre ellos y en otros, los aleja para siempre.
Sentimientos, palabras y acciones que van escalando entre hermanos, pero que, según se considera socialmente, es normal y casi propio en la niñez. Así, es común que en la vida cotidiana muchos padres se acostumbren a los gritos, revoleo de objetos, berrinches y lágrimas entre los más pequeños del hogar quienes actúan de esta manera como una forma natural de buscar su lugar y pertenencia en la familia.
Las peleas entre hermanos son un comportamiento esperable que surge a partir del segundo año de vida en los niños. Comienzan siendo físicas y con el tiempo y la maduración, se vuelven más sofisticadas.
No obstante, los conflictos se vuelven peligrosos cuando persisten en la adultez; evidencia de esto es una investigación que se publicó en 2020 en la revista Journal of Family Psychology en la que los especialistas concluyen que el conflicto entre hermanos adultos se vinculaba, en parte, a síntomas de depresión, ansiedad, hostilidad y soledad; mientras que los hermanos con un vínculo armonioso, tendían a reflejar signos de bienestar personal.
Carolina Moché (M.P. 94762), licenciada en Psicología, coincide con esto último y añade: “indudablemente vincularse de forma conflictiva durante la adultez puede llevar a estados de angustia y depresión absoluta; principalmente porque los seres humanos somos eminentemente sociales y vinculares, entonces, necesitamos del vínculo para expresarnos como personas. Nadie es alguien en ausencia de otros”.
Un proyecto investigativo titulado Toddlers Up e iniciado por la Universidad de Cambridge en 2010 tuvo como objetivo identificar las causas e influencias detrás de la “comprensión social” de los niños (su conciencia de los pensamientos y sentimientos de los demás) y explicar por qué la de algunos niños va por detrás de la de sus pares. El estudio de la prestigiosa universidad sigue vigente y ha dado lugar a la publicación de 17 artículos de revistas, varios capítulos y un libro titulado Social Understanding, Social Lives por la directora del proyecto, Claire Hughes, que ganó el premio al libro de la Sociedad Británica de Psicología en 2013.
En una de las conclusiones de los análisis realizados, los investigadores manifiestan que los hermanos pueden tener un efecto positivo en el desarrollo temprano de un niño, incluso en los casos en los que la relación no es nada cordial y roza lo conflictivo.
Para llegar a dicha afirmación, los profesionales evaluaron a un total de 140 niños de dos a seis años que participaron en el proyecto. A lo largo de años de estudio se llevó a cabo una amplia gama de pruebas que incluían observaciones en video de los niños interactuando con sus padres, hermanos, amigos y extraños; entrevistas y cuestionarios realizados a padres, profesores y a los propios niños; y pruebas diseñadas para evaluar la aptitud de los niños con el lenguaje, sus habilidades de planificación, memoria de trabajo y control inhibitorio.
Consultada por The Guardian, la Dra. Claire Hughes, que trabajó en el estudio dijo: “La visión tradicional es que tener un hermano o una hermana genera mucha competencia por la atención y el amor de los padres. De hecho, el balance de nuestra evidencia sugiere que la comprensión social de los niños puede verse acelerada por su interacción con los hermanos en muchos casos”.
Moché hace hincapié en que esto se refleja en la vida misma: “ningún extremo nos va a servir para crecer como personas. La falta de debate, impide el aprendizaje y si uno se vuelve demasiado competitivo al punto de no encontrar ningún intercambio gratificante, tampoco se va a instruir ni desarrollar”.
Stella Maris De Vita, licenciada en Psicopedagogía, coincide en que la relación entre hermanos es única y puede tener una influencia significativa en un individuo. “La rivalidad y la competencia es una parte normal del desarrollo que puede contribuir al crecimiento personal, los hermanos a menudo actúan como fuentes importantes de apoyo emocional”, señala.
Según amplía, las discusiones entre hermanos ofrecen oportunidades para que los niños practiquen y desarrollen habilidades de resolución. Así, aprenden a expresar opiniones, escuchar a los demás y contrastar soluciones que satisfagan a ambas partes, entre muchos otros beneficios.
No obstante, De Vita destaca que hay situaciones en las que los padres deben estar atentos a algunas señales que podrían indicar que el conflicto entre hermanos requiere atención:
La importancia de este vínculo de sangre es tal que Moché destaca: “los hermanos son la escuela primordial para aprender a construir otros vínculos significativos a lo largo de la vida, ya sea en el ámbito del matrimonio, la amistad o el trabajo”.
Al estudiar las observaciones de los niños que participaron en el proyecto, los profesionales notaron que cuando se los colocaba en un entorno de juego imaginario, los pequeños acostumbrados a pelear con sus hermanos, discutían sus pensamientos y sentimientos en profundidad, a diferencia de quienes no lo hacían.
“Cuanto más combativos son los hermanos, y más discuten y el niño mayor menosprecia al más pequeño, más aprenden lecciones complejas sobre la comunicación y las sutilezas del lenguaje”, apuntó la Dra. Hughes.
También conocido como “andamio emocional” en el ámbito de la psicología, dicha herramienta les permite a los niños construir una historia para desarrollar ideas y conciencia de su propio estado mental.
En otro caso mencionado en el análisis, se observó que un hermano menor, quien previamente había mostrado una tasa de desarrollo mental más baja en su vida, había mejorado socialmente a la edad de seis años, como resultado de tener un hermano mayor.
“No quiero ser quien dice que es bueno que sus hijos se odien entre sí, pero los padres pueden encontrar algún tipo de consuelo, cuando sus hijos pelean, al descubrir que están aprendiendo valiosas habilidades sociales e inteligencia que se llevará fuera del hogar y se aplicará a otros niños”, declaró Hughes.
Moché añade que el intercambio entre los hijos menores siempre debe ser regulado por los padres. Asimismo explica que, a nivel general, “Cuando los hermanos continúan experimentando los mismos conflictos a medida que crecen, los papás deben hacer un “mea culpa” y cuestionarse si han cometido errores, han sido injustos o no han prestado suficiente atención para regular esos intercambios”.
En base a lo mencionado y en caso de notar que el conflicto entre hermanos sea demasiado vertiginoso en la infancia o permanezca igual cuando son mayores, el Child Mind Institute de Estados Unidos sugiere tener en cuenta lo siguiente: