Las charlas reservadas de Cristina, su visión del futuro, semejanzas con Milei y la pared en construcción

“La política está desconcertada”, reconoce Cristina Kirchner en las charlas que mantiene en el Instituto Patria. En el primer piso del edificio, mientras empleados suben y bajan las escaleras y los visitantes esperan en la planta baja, la expresidenta extiende su definición: “Claro, cómo no van a estar desconcertados, si pasamos del presidente anterior a Javier Milei”, ironiza. Ni siquiera lo nombra a Alberto Fernández. Pero su comparación marca la diferencia entre el torbellino del libertario, con ataques y definiciones permanentes, y el estilo de Fernández, a quien el kirchnerismo desprecia por irrelevante y falto de decisión. Cristina Kirchner, que acaba de cumplir 71 años, busca explicaciones para el giro político de la Argentina y lanza una convocatoria opositora para fijarle límites al gobierno. “Yo no le pido el DNI ni el tipo de sangre a nadie”, asevera, en una invitación al peronismo y a otras fuerzas políticas para confluir. En ese convite reside el núcleo de su nuevo mensaje. Quiere construir “una pared” frente a Milei. Pero su afán por reunir masa crítica para enfrentar al Gobierno compite ahora con el llamado que lanzó el Presidente a los gobernadores en la Asamblea Legislativa.

La expresidenta, según reconstruyen quienes la frecuentan, lanza pronósticos oscuros sobre el futuro. Interpreta que la caída de los ingresos, el recorte de gastos, la reducción de subsidios y el aumento de las tarifas terminarán por exacerbar el malestar social. Sin embargo, la inquieta que Milei avance con la dolarización o la libre circulación de monedas, porque descifra en esa jugada la carta que puede cristalizar sus reformas y, al mismo tiempo, fortalecerlo simbólicamente como el constructor de la estabilidad. Argumenta que la dolarización en El Salvador eternizó la desigualdad y congelaría la licuación de ingresos en la Argentina. Pero el cambio de régimen debería atravesar el Congreso y Cristina Kirchner intuye que si Milei ve desaparecer la posibilidad de dolarizar todo se puede “caer como un castillo de naipes”. “Y ojo que yo no creo que cuando peor, mejor”, advierte a sus interlocutores, para tomar distancia de las etiquetas destituyentes.

No hay autocrítica en su palabras y se muestra menos preocupada por sus desvelos judiciales. Los visitantes del Instituto Patria escuchan a Cristina Kirchner referirse a Milei sin animadversión, sin encono. Incluso hay comentarios favorables, a pesar de sus vaticinios negativos sobre el futuro de la Argentina. Le reconoce capacidad para actuar con aquello que la expresidenta llama “las pantallitas”, en referencia a su desempeño como panelista televisivo y protagonista en las redes sociales, que lejos de desestimar considera una fortaleza esencial para ejercer el poder. “Si no se impone la agenda es imposible gobernar”, la escucharon sentenciar. Y lo usa para replicar a Máximo Kirchner por su resistencia a las nuevas tecnologías de la comunicación con una ironía: le dijo que hubiera nacido en los tiempos de la invención de la imprenta, se hubiera peleado con Gutenberg. El humor sigue latente.

En reserva, la expresidenta admite semejanzas entre su comportamiento y el líder libertario. “Tanto Milei como yo decimos lo que pensamos”, reconoce, al momento de marcar similitudes. Tomó nota de que el Presidente la dejaba fuera de las críticas e incluso transmitía cierto reconocimiento implícito, aunque en la Asamblea Legislativa la llamó “responsable de uno de los peores gobiernos de la historia”.

Sin embargo, el juego de semejanzas entre ambas personalidades dista años luz de reflejarse en un acompañamiento gubernamental. En sus conversaciones privadas, Cristina Kirchner reclama al peronismo y a los gobernadores acciones enfáticas para voltear el decreto de necesidad y urgencia 70/2023, que avanzó con la desregulación económica. Identificó a la declaración de emergencia de los primeros artículos del DNU como la llave legal que le permite a Milei avanzar con medidas, pese a su debilidad en el Congreso.

No hay tregua. Cristina Kirchner conversa con los gobernadores opositores y los insta a abroquelarse, unir fuerzas contra el decreto y tomar un pedazo del impuesto PAIS y de las retenciones a la soja. “Levantar una pared” contra Milei, como graficó ante un visitante.

Entre los días que despedían febrero y los que saludaban a marzo, Cristina Kirchner se instaló en el Instituto Patria, de Rodríguez Peña 80, para pedir informes económicos y entrevistarse con empresarios y políticos, como el bancario Sergio Palazzo, con quien llegó a confrontar sobre la conveniencia de abrir el Banco Nación al capital privado. “Si tuviera controles externos, nunca le hubiese prestado a Vicentin”, argumentó frente al sindicalista, en un giro insospechado de la historia.

No le gusta el calor porteño, como un reflejo de su pertenencia patagónica. Los aires acondicionados exhalan frío sin pausa dentro del Instituto y Cristina Kirchner se cubre con vestidos de lino vaporosos para alivianar la atmósfera. Tampoco esconde toques juveniles, como unas zandalias con tachas metálicas que capturaron la atención.

Entre los pedidos recientes a sus colaboradores, la expresidenta requirió un detalle de la evolución de los últimos meses de los agregados monetarios, es decir, de la cantidad de dinero en circulación y en los depósitos. Intenta adivinar las próximas jugadas de Milei. El disparador fue un mensaje del Presidente en las redes sociales, que mostraba la caída del precio del dólar y remataba: “Les propongo mirar lo que está pasando con los agregados monetarios en términos nominales, reales y de PBI. Si no erran la matemática, verán la luz al final del camino y entenderán qué pone tan nerviosa a la casta”. El razonamiento monetarista de Milei es que la caída del dólar es un anticipo de la baja de la inflación que sobrevendrá en los próximos meses. Y que la reducción del dinero circulante también anticipa una desaceleración de los precios. Enseguida, después del tuit, Cristina Kirchner pidió el detalle de los agregados monetarios, quiere desentrañar sin intermediarios si los pronósticos de Milei tienen asidero. Intenta descubrir a qué se enfrenta.

La expresidenta acepta que las categorías políticas se encuentran en transformación. Y es por eso que descree de un acuerdo de gobierno entre Milei y Mauricio Macri. Por el contrario, pronostica un choque inevitable. “Si yo fuera Milei, quisiera ser el jefe de la derecha”, se la escuchó responder. En otras palabras, Cristina Kirchner vislumbra que el sillón del nuevo espacio oficialista es para uno solo y la doble jefatura, imposible. Eso deja a Macri afuera. Milei no es Alberto Fernández. Allí hay una diferencia.

A la vez, en su conclusión sobre Macri, la expresidenta revela su propia visión sobre el futuro político. Presiente una nueva polarización entre dos bloques, la refundación de la grieta. Pero está molesta. Ve a su alrededor confusión y miedo. “La política está desconcertada”, admite y sabe que el destino es en gran medida insondable, el vértigo cubre los análisis, la irrupción de un personaje inclasificable alteró el sistema y los próximos pasos de la sociedad argentina son impredecibles. También para Cristina Kirchner.

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